sábado, 3 de enero de 2015

LA ÍNTIMA RAZÓN

Cualquier ser humano ha de estar por encima de todas las cosas. La vida. La libertad. La Propiedad. La Felicidad. Son valores naturales a los que no hemos de renunciar. Por supuesto, sin precio alguno, ni a costa de lo que sea, ni de manera ignominiosa. Existe un orden, una razón, un respeto, unos principios inalienables, propios e íntimos, de cada cual, que han de estar al margen y a salvo de toda circunstancia, que a nadie incumbe,  ni siquiera al Estado.
Por naturaleza los hombres, también, somos hipócritas, sometidos a las fuerzas del dolor y del placer. Por tanto, ni nosotros mismos nos hemos de fiar de nuestros buenos propósitos. De ahí, que los demás nos exijan documentación para acreditarnos, garantías para responder ante posibles incumplimientos o nos hagan poner los medios precisos para evitar que la confianza nos lleve de cabeza al infierno, en el que, se dice, de buenas intenciones está lleno.
Personalmente ni estoy ni pienso estar afiliado a partido político alguno. Entre otras razones, porque no deseo estar sometido, como sus adeptos, a la disciplina de la mayoría que, por lo general, aparece precedida de la conformidad de su líder y, sobre todo, porque de alcanzar un cargo de representación pública habría de olvidar mi vida privada y legarla a la transparencia en su totalidad, con sólo un prudente resquicio de intimidad a resguardo. Comprendo que es una actitud cómoda, pero el instinto me dice que soy más válido eludiendo responsabilidades para las que no estoy preparado o siendo revolucionario de las ideas confrontándolas, que resignarme y aceptar las cosas sin que me ofrezcan argumentos.
Sí. En política se necesita de un animador que comunique y llegue a la gente. Que aporte y lleve a cabo soluciones prácticas que puedan experimentarse. Un hombre en el que se pueda confiar porque ofrezca confianza. Una persona, en definitiva, seguro de sí que pueda estar por encima, naturalmente, de las ideas que sin él no serían posibles. Lo que está claro es que los que hasta ahora han tenido oportunidad de hacerlo no lo han hecho, han traicionado todas las expectativas de quienes les votamos y nos han convertido en lacayos de intereses espurios.
Hemos llegado a un punto decisivo en España del no retorno. Hemos de apostar por la democracia. No caben retrocesos a las libertades. Ni amilanarse ante el miedo que  nos infunden. Necesitamos de un cambio drástico y tomar el camino valiente para salvarnos. No podemos seguir haciendo lo mismo, permitiendo que el absolutismo del poder se perpetúe en las clases dominantes de la riqueza al albur de sus juegos y caprichos, de sus desmanes y apuestas, de las crisis que provocan y de las guerras que originan. Hay que anunciar medidas concretas y realizarlas tan pronto se consiga liderar el nuevo Proyecto que se invoca. Hemos de exigir al Rey que ratifique su cargo con el voto del pueblo. Que la Ley se cumpla. Y, a partir de ello, se implementen las medidas para evitar las desigualdades, los delitos y la impunidad en aras a la Honorabilidad, la Transparencia y la Rentabilidad evitando prebendas y privilegios.

Quitemos el dinero físico de la circulación. Erradiquemos el desempleo. Apartemos bienes, derechos y obligaciones de las persona físicas de las jurídicas. Regulemos rentas y herencias. Establezcamos límites de cargos y su duración. Separemos la Justicia de la política, lo público de lo privado, siendo lo íntimo inquebrantable. Respetemos la vida de los seres vivos y el medio ambiente. Eduquémonos en la rutina del bien común, del dialogo y del conocimiento. Reconozcamos las debilidades propias y ajenas  y tratémonos con humanidad, sin hacer lo que no quisiéramos que nos hagan; sin matar, sin robar, sin mentir, sin usar la sexualidad indebidamente. Decidamos en el 2015 de acorde a la íntima razón.  

No hay comentarios:

Publicar un comentario