sábado, 14 de noviembre de 2015

RETAZOS DE IDEAS

Para conseguir una cosa, si te lo propones, lo más fenomenal que sucede se encuentra en el camino por donde transitas. Si lo logras, la alegría se desborda y embriaga tu alma. Ambas sensaciones, el recorrido y la meta, son felicidad. Entonces puede ocurrir que, en consonancia al esfuerzo realizado, un bajón, un vacío o una sacudida acudan a tu ánimo, aún sin destensar, del que costará recuperarse.
En el futuro estaremos todos vigilados físicamente. Nuestras vidas controladas por entes desconocidos o anónimos contra los que nada podremos hacer. Habrá dos clases bien diferenciadas de personas (pobres y ricos) en los que la humanidad, en su caso, se dividirá. Evitar males semejantes constituye una ardua tarea que hay que emprender ya, innovando el capitalismo actual, deteniendo su empuje ambicioso y depredador, ya creciendo económica y equilibradamente, aumentando la educación y solidaridad, sin prisas, sin suicidarnos.
La credibilidad en la religión es una cuestión de fe; tanta, como la que se ha de tener para conocer los efectos de las cosas sin que hayan sucedido. Hay que agarrarse a cualquier influencia cósmica o desconocida, donde nada es demostrable sino sólo para fieles seguidores.
En España, no hace mucho tiempo, dos partidos políticos eran hegemónicos: los burgueses liberales y los burgueses conservadores. Con aires europeos surgió el partido socialista que no se comió una rosca hasta pasados más de treinta y cinco años. Hoy ocurre algo similar. El PP y el PSOE se alternan en el poder tildando de entrometidos a otros partidos emergentes, tratando de taponarles en su ascenso. Y no solo eso, cuestiones tan sensibles como la vida de la mujer o lo que fue la esclavitud, aún no se han desterrado absolutamente: han variado las formas por otras más modernas, en especial, la imposición que mujeres y trabajadores se ven sometidos. Los cambios van poco a poco, lentamente, sobre todo, cuando el sentido de la propiedad está muy arraigado y los intereses se elevan sobre la moralidad.
Los vaticinios económicos son tan fiables como fueron los astronómicos, quedando éstos para pasatiempos de la gente. Los primeros carecen de veracidad, si bien, son recurrentes en toda tertulia u opiniones importantes. Son cuentos parecidos a los horóscopos que por sugestión se adaptan a sus seguidores. No fueron capaces de prever la última crisis económica; ni lo serán de las que, indefectiblemente, vengan; tampoco sospecharon las caídas del muro de Berlín o del Lehman Brother y, menos aún,  las que en lo sucesivo caerán; la estabilidad de las bolsas y sus movimientos, caóticos espejismos de una economía real, son su ideal pleno: suben y bajan como las monedas lanzadas al aire y cuyo resultado, cara o la cruz, son un azar previsible. Casi todo se basa y lo argumentan, a toro pasado, con alegatos aparentes, injustificables o sin sentido. Algunos hasta mienten asegurando haberlo pronosticado.
El último fin del independentismo consiste en vivir solo, aislado. Únicamente se consigue por un anacoreta que, por infinita bondad que posea, será incapaz de vivir en compañía de seres de su especie. Hoy en día, difícilmente, existen personas de tal naturaleza; la domesticación excesiva a la que estamos sometidos por la sociedad a la que pertenecemos (sea cual sea) es un hecho y cada vez resultará más complicado la autogestión, la supervivencia aislada, el ser independientes.

La felicidad, en definitiva, es la meta por la que deberemos obrar, pues son poco los días que vivimos con conciencia plena.

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