Perdonad si al escribir os
parezco dogmático como alguno me ha hecho notar, pues no es mi intención,
aunque con ello, como diría Antonio Machado, os estoy dando a conocer mi
debilidad y no me importa, dado que mi único objetivo es el de ser feliz. Un fin que está
por encima de las ansias del dinero y del poder que todo humano desee poseer.
Las personas tenemos por
creencia, experiencia o razón algo que defender, ya que nos regimos por
juicios insoslayables o, casi siempre, diferentes a los de los demás. Creo realmente que el alma no existe tal y como inapelablemente nos lo han pintado los inventores
de tantas religiones existentes. Creo que la vamos adquiriendo poco a poco, desde el
nacimiento y aprendiendo ¡sin saber cómo! a ver, oír, oler, tocar, saborear,
andar, hablar, gesticular... para después pensar, hacer, imaginar y, junto a la
memoria, conciencia y voluntad, durante toda una vida, alcanzar sensaciones,
emociones y sentimientos que conformarán nuestra personalidad e idiosincrasia.
En España existe una gran afición
por la cleptocracia, ya que son muchísimos los españoles que consideran que lo
público no es de todos y se quedan con ello, lo destruyen o le dan escasa
importancia para hacernos creer que es suyo.
Hay poderes y profesiones
independientes que solo tienen de independientes su nombre. Todos: políticos,
magistrados, autónomos, empresarios, trabajadores, etc. dependemos de unos
ingresos para comer y vivir que se obtienen por prácticas laborales muy diversas,
respondiendo en gran parte a decisiones superiores que se acatan por interés,
convicción o ideología. La gente auténticamente libre no es, toda vez que la
mayor parte está condicionada a algo de lo que no se puede desasir.
La democracia, sometida al poder
de pocas personas, corre el riesgo de convertirse en autocracia y engañar al
pueblo que no ve más allá de sus narices, dejándose llevar por un líder astuto
que modula mentiras verosímiles enfrentando a la gente y aportando soluciones
fáciles a problemas difíciles.
La justicia deja de serlo cuando
quienes la imparten realizan hechos arbitrarios, sin pruebas, no objetivos y
con criterios sórdidos en beneficio de los suyos o en contra de los otros,
ya que su finalidad es mantener su estatus y ascender en su rango.
Los políticos, los jueces y todos
los demás no somos iguales ante nada ni nadie.
Siempre actuamos en base a nuestro interés y personalidad porque
nuestras mentes gozan de almas distintas, aunque muchos se crean inmunes,
superiores e, incluso como los curas, obispos y otros, elegidos por mandato
divino.
Más nos valdría repasar nuestra
historia, examinando causas, motivos e ideas, de por qué sobrevino nuestra
Guerra Civil y sacar conclusiones. Comprenderíamos muchas cosas y una sobre
todas ellas: la relativa a cómo llenarse los bolsillos. Recapacitemos que un
dictador se mantuvo por la fuerza en el poder unos cuarenta años, no fue capaz
de retirarse antes a su puesto en el ejército, permitiendo para él y los suyos ¡por un bien superior! (eso sí), toda clase de tropelías que han quedado
inculcadas en muchos sinvergüenzas que hoy, de ninguna manera, podemos tolerar ni aceptar. Observemos que las rivalidades políticas se agudizan y, sin
argumentos ni explicaciones razonables, se confrontan porque sí o porque no, para
no llegar a acuerdos, aunque nada de todo eso convenga al pueblo llano.
Tengamos cuidado con quienes nos
venden la moto, interesados en arreglarnos los males de nuestras vidas en
su propio beneficio. No confiemos en las promesas de charlatanes, vendedores de
humo o crecepelos, que no podrán cumplir, pues la mayoría son una panda de
embusteros y embaucadores que nos timan con obsequios o palabras que deseamos
oír, teniendo en cuenta que somos animales que tropezamos dos veces en la misma
piedra.