El Sistema Capitalista que nos
ocupa proporciona más riqueza y poder a los ricos que a los pobres aumentando
las diferencias entre ellos; basta observar los últimos gobernantes, la mayor
parte conservadores, surgidos por voluntad democrática. Repare igualmente que,
para ser conservadores, apenas si mantienen a ultranza las tradiciones de
siempre salvo las que reportan beneficios o no influyen en mermar su desmedido
lucro como pueden ser las herencias; la reducción de impuestos, tasas de
interés y gasto público; las mejoras de la producción privada en detrimento de
la pública; las libertades individuales ante las colectivas;…; es decir,
abrazan el progreso si los enriquece, pero sin aceptar la igualdad de todos, ni
la emigración del pobre, ni el calentamiento global, ni el deterioro del medio
ambiente,… siendo negacionistas. Nadie, a estas alturas de la película,
reconociendo que se ha llegado al estado de progreso actual gracias al Sistema
Capitalista, puede dudar que sería conveniente PARA TODOS frenarlo a
tiempo y reconsiderar lo que semana tras semana venimos manifestando: procurar
el bien común, erradicar los desmedidos abusos, el comercio mafioso, el
enriquecimiento sin control o a costa de lo que sea, … y de lo que hablamos
hoy, a fin de que se ponga coto a la agricultura industrial que emite gas de
efecto invernadero, responsable del 40% del cambio climático (*) e incitando a
que manifestéis vuestras propuestas e iniciativas y plantéis un árbol.
Plantar un árbol es algo natural,
sencillo y conservador que,” por sí mismo, no tiene valor alguno y solo lo
adquiere cuando se corta. Bajo esta lógica, el único conocimiento que vale es
el que alimenta al mercado. Pero el árbol da sombra y fruta, permite conservar
el suelo, da sustento a los pájaros y otros animales y produce el oxígeno que
respiramos”. Es igual al resto de los vegetales que nos alimentan, simples de
plantar con un pequeño esfuerzo, siendo esencial disponer de un terreno fértil,
de unas semillas y polinizadores naturales. (No químicos o del petróleo,
causantes de la desaparición de abejas, mariposas e insectos, o de unos
fertilizantes sintéticos que matan a los organismos del suelo que viven de él,
agotando su fertilidad con el ácido nítrico que dura en el ambiente más de 60
años, siendo más pernicioso que el dióxido de carbono o los venenosos
pesticidas que acaban con todo (*).
Se inició después de la 2ª guerra
mundial con la conocida Revolución Verde de la que conviene destacar su
mecanización especialmente y poco más, ya que no acabó con la hambruna que
pretendían y empobreció a los pequeños agricultores en beneficio de las grandes
compañías que hicieron suyas las patentes de semillas, fertilizantes,
nutrientes, venenos y pesticidas, a los que hay que recurrir para alimentarnos.
Hoy, debido al tipo de agricultura no ecológica, impuesta por las
multinacionales con el exclusivo fin de aumentar sus ganancias - ¡estableciendo
patentes sobre genes y semillas! – se dan porcentajes del 30, 6 y 60% de
dióxido de carbono, metano y nitrato sódico respectivamente, afectando al
cambio climático (*).
La ingeniería que genera las
semillas de soja, maíz… las patentaron no para el bien común sino para ganar
dinero y, por tanto, me pregunto: ¿la agricultura industrial que nos alimenta,
adictiva a los beneficios económicos, no será como los venenos para matar poco
a poco a todos los seres vivos entre los que nos encontramos?
En el suelo sano y fértil, y no
en el petróleo, es donde está el futuro del campo y el nuestro. En él, viven
millones de bacterias y organismo vivos que lo cuidan y lo hacen saludable: no
los pesticidas que lo aniquilan y desertifican. La biodiversidad de los
alimentos desaparece por los negocios de las grandes industrias, dueñas de las
semillas que han sustituido por híbridos comerciales que venden y manipulan
explotando monocultivos e insecticidas peores.
(*) Fuentes de Vandana Shiva en
su libro: ¿Quién alimenta al mundo?