Leer diariamente los periódicos,
enterarse de las noticias cada día, visualizar lo que sucede en España es un
ejercicio que no sé cómo calificar: Apasionante, preocupante, desconcertante,
triste… Me desentierran viejas palabras de un profesor de la época de Franco
ironizando: “Vivir en España es emocionante sin saber qué nos pasará mañana. Lo prefiero
a vivir en Suecia, sabiendo al céntimo la pensión que se cobrará dentro de
veinte años”.
Cada información forma parte de
una maraña de acaecidos apetitosos
para el periodista, pero sorprendentes para el receptor al que la inquietud lo
subleva, lo mata poco a poco. Dejar de estar al tanto de la actualidad durante,
supongamos, una semana, relaja y dosifica tanta angustia, que es un ejercicio igual de recomendable como al
contrario. Gracias a quienes nos ilustran, ya no sólo con las noticias, sino
con sus opiniones. Gracias a ellas, podemos evaluar los variopintos puntos de
vista que nos enriquecen, acreditando que no son máquinas.
He leído que corrupción se
escribe corruPPción; socialista, sociOlisto y otras lindezas por el
estilo. Me he ratificado que es más fácil sobornar tentando a los que pueden
decidir, que caer en la tentación, aunque para la iglesia sólo el sexo sea
pecado. He aprendido a engordar facturas contratando, insinuando, compartiendo.
He comprobado como insultan, calumnian,
utilizando pregoneros que cantan loas
a sus contrarios, sin pruebas, sin recatarse, cuando duele, con la insidia del tú más. He visto arrojar a pobres por la Roca Tarpeya quitándoselos de la
vista, sin considerar lo mucho que han generado, apartándolos de sus
proximidades. No he querido pensar qué
pasaría si la mayoría de la gente, como ocurre en algún país civilizado, tuviera acceso a las armas.
Me ha resultado inevitable suspirar ¡Qué horror! Detesto al capitalismo que
sangra al indefenso, exprime al débil y fortalece su impunidad ampliando más la miseria con la anuencia,
ayuda y protección del Gobierno. Nada que ver con la sagrada propiedad privada
que nos venden. ¿Quién es Berlusconi que su ex mujer, contrariada, le reclama
cien mil euros diarios de pensión por la separación, al ofrecerle tan sólo
siete millones de una vez y trescientos mil euros mensuales? ¡Cuánto no habrán
trabajado ambos! ¡Cualquiera de los dos, podría equipararse a mil empleados
cobrando quinientos euros al mes! ¿Eso es moral capitalista? ¡Maldición!
Morirán aunque no quieran.
Asisto atónito a evidenciar la
mínima expresión razonable que tenemos respecto al resto de los animales y no puedo por menos evitar justificar al
hambriento que toma alimentos allá donde pueda conseguirlos, porque eso no es
robar. Ni a aquel que se defiende de las agresiones que sufre, matando a sus
atacantes, porque eso no es un crimen. Al contrario, es el
poderoso, el arrogante, el avaricioso, el que mira por encima del hombro, abusando
de su posición, quien vilipendia, roba y mata, como si estuvieran en sus manos
otras vidas que no le pertenecen. No
puedo, mientras no me demuestren lo contrario, sino corroborar que la
alternativa que vengo dando a conocer en este
blog, está pensada para la totalidad de los hombres de la aldea en la que
vivimos siendo personas, no seres capaces de robar y matar sin causa,
cuando hay para todos y todos tenemos cabida. Que no me justifiquen la existencia
de la sagrada propiedad privada cuando uno a muerto; que no me justifiquen el
derecho exclusivo a decidir sobre un territorio por haber nacido fortuitamente
en ese lugar; que no me justifiquen que el dios es judío, distinto al de los
demás; que no me justifiquen las mentiras de la democracia del mercado liberal
porque no existe; que no me hagan comulgar con ruedas de molino. Basta de
trolas. Humanos, personas de carne y
hueso, capaces de adquirir el saber y emplear los recursos, luchad por ellos,
que no son de nadie y a todos nos pertenecen.
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