Aparco el guión previsto del
Movimiento Persistente hacía la Concordia (MPC) para comentar que,
independientemente a nuestra ideología, las personas físicas somos los
impulsores de males y remedios. TODOS
procedemos de una misma y genuina especie de primates; no obstante, cargaré las
tintas sobre la clase política de siempre: Unos individuos encargados de
dirigir los destinos del conjunto de la población, cuya mayoría le otorgamos
nuestra confianza.
Excepción puede existir, pero TODOS los políticos velan por sus
intereses y los de los suyos. Y eso es natural, pero no hasta los extremos
impensables (rayando la inmoralidad) de codicia a la que ha llegado. Ninguno de
ellos sabe afortunadamente qué es una situación precaria, por lo que es incapaz
de ponerse en lugar de quién la padece. Ni se imaginan lo que supondrá carecer
de ocupación o de ingresos con los que vivir. Y qué podrán decir de aquéllos
que dependen de la familia, la caridad, la miseria u otros innombrables: con
seguridad los vieron en el cine o muy a lo lejos. Ellos y sus amiguitos se consideran de otra pasta. Seres por encima del
bien o del mal, que admiten sin pestañear la pobreza como parte de quienes
se lo tienen merecido. Y recurren a las reformas insolidarias y a la austeridad
sin juicio en tiempos de recesión que ellos mismos con el desenfreno de su
avaricia han producido.
Surgió la crisis mundial
financiera, la burbuja inmobiliaria explotó con el descontrol de gastos que afloraron
al compás de corrupciones, contubernios y ladronicios sin apenas castigos. TODO es una maraña tejida y permitida
desde hace tiempo por clase tan distinguida. Cuando las aguas calmen (y va para largo) la “Casta política” saldrá
indemne; es más, a ella habrá que recurrir para que nos saquen del atolladero
donde nos ha metido. Es sin duda un contrasentido que los lobos cuiden del
rebaño de ovejas.
Y, sin que nada al respecto se
haya reparado, volverán distintos sistemas de cajas de ahorro donde medrar o colocar a los suyos;
obras faraónicas con la que llevarse la tajada; empresas y cargos de nuevo cuño
con que eludir responsabilidades, mientras el pueblo clama trabajo, ayuda para
el necesitado, educación, sanidad, justicia
y bienestar para TODOS en la medida que sus impuestos den derecho y lo permitan.
La mayor parte de la gente quiere que sus tributos sirvan para eso y NO para cubrir costosas exigencias políticas
que nos venden inventando beneficios que son mentiras y, por lo general, favorecen
oscuros intereses sin que los políticos hayan renunciado a los numerosas privilegios
que así mismo se tienen concedidos (TODOS EN TODOS LOS PARTIDOS, A TODOS LOS
NIVELES: económicos, políticos y sociales bien diferenciados de los del resto).
NO para potenciar la seguridad que
les preserve de las iras de sus representados (la mayor parte de ellas
justificadas).Y NO, por último, para
que en un rasgo de benevolencia, anunciado a bombo y platillos, puedan con las
sobras (que nos endeudan en exceso) favorecer a una sociedad que pretenden
preservar inculta. (NO, NO y NO me recuerdan al JAMÁS, JAMÁS, JAMÁS que
pronunció un extinto presidente del Gobierno de España, nacido en Cataluña, para
que Los Borbones no volvieran a reinar. ¡Qué
error!)
Hombres que cambian el devenir de
los pueblos. Enconadas discusiones políticas que nos llevan al esplendor o al
desastre. Y aun pensando que la Concordia (la que siempre preconizo desde el P.C.O.)
debe prevalecer para alcanzar la senda que nos dirija a vivir en el bienestar,
no olvido la infinidad de revueltas, revoluciones, guerras que la historia nos
recuerda de continuo. Ya un humilde Jesús nos marcó pautas que nadie cumplimos.
A su amparo, en la gran civilización cristiana regida por quienes se arrogan su
representación en propio provecho, prosperan crímenes, robos e inmoralidades y,
lamentablemente, seguirán produciéndose. En ella hemos sido domesticados adquiriendo costumbres, personalidades y sentimientos
que no son únicos, ni absolutos, ni siquiera verdaderos. Significa (lo
dijimos al inicio) que nuestra identidad procede del mismo origen, se ha
multiplicado y continuará diversificándose. Por ello hemos de armonizarnos en torno al bien común con medidas a las
que TODOS podamos asirnos (lo decimos hasta la saciedad en el P.C.O.).
Está demostrado que no existe una
exclusiva clase de personas. Aun siendo diferentes hemos de tener iguales
oportunidades en base a la razón humana manifestada en la Carta universal de
los derechos humanos y en la mayoría de las Constituciones o Leyes magnas que
no son excluyentes sino solidarias y comprometidas con la Naturaleza y sus
seres vivos. De no tender hacía la alianza de los pueblos, proliferarán los
mini-estados, los reyezuelos, los absolutistas o los anacoretas. Se impondrán
los poderes de la fuerza o los designios de la barbarie. Ahora lo hace el
capitalismo: un poder económico que domina en la oscuridad, sin dar la cara.
Que tal si Lepe (pueblo ridiculizado
por chistes populares) reclamara por maltrato recibido su independencia de España.
¿Tendría derecho a conseguirlo? O, ¿por qué Zaragoza no encauza las aguas del
Ebro hacía el Manzanares y los madrileños, ávidos de playa, no emigren a ésta?
TODO se conforma en un periodo determinado. No es cuestión de fe
religiosa lo que sólo es un dogma para sus creyentes; ni lo es de un partido político
que es parte de un reducido grupo de personas; ni de un determinado territorio constreñido
por quien sólo lo habita; ni siquiera de la
democracia utilizada para ocultar un chantaje o la sinrazón que alega una sola identidad
o un sólo derecho. Esto debe ser
más importante. Y la política lo es. Y lo es, porque la forma de vivir de un pueblo ha de estar por encima de los
creyentes, partidos, territorios e identidades y ha de velar por el bienestar general
de las personas, dentro de una legalidad manifiesta y no por un loco
capricho individual que convenza a cientos. Ya estamos hartos de saber como los políticos se venden al mejor postor
y como la gente soporta, calla y no revienta. ¡Qué no nos engañen más! Que
sean las diversas ideologías o terciados intereses los que lleguen a un
entendimiento. Enciérrense en una habitación a discutirlo. Y no salgan hasta
que no haya acuerdo. Mientras tanto, que no nos separen ni nos enfrenten mareando
la perdiz y dejen de hacer tonterías. ¡Con las cosas de comer, tonterías las
justas!
Casi siempre, tal como lo veo, sólo hay dos
arreglos: la violencia o la armonía. Yo me apunto al segundo, aunque entrambas
se mueva el arte de la política jugando con el miedo y el placer de la gente. No les demos nuestros votos a unos políticos
impresentables para que nunca cumplan lo que prometen. Exijamos un marco
legal de cuyo contorno no se salgan como ahora lo hacen; refrendado por TODOS los ciudadanos periódicamente y
con claras responsabilidades que indiquen las penas tales como devolver lo
robado o resarcir por el causante o su partido el daño ocasionado.
Sinceramente, en los muchos años
vividos nunca tuve una sensación tan enervante. Me parece estar viviendo una
época en la que soy una marioneta al ritmo de una voluntad deprimente. Un
tiempo en el que el Gobierno no ve, ni oye lo que sus ciudadanos sienten y
manifiestan. Se asemeja al esquizofrénico carente de empatía facultado a estar
exento de toda culpa por los actos que realiza. ¿Qué futuro nos aguarda si seguimos confiando en unos tramposos?
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