Enfriar la codicia es una cura del Sistema capitalista. A ello
hemos dedicado las cinco últimas entradas de este blog (la de hoy incluida) tratando
las siguientes cuestiones:
Una: Liberalización empresarial y Limitación de rentas.
Dos:
Regular herencias.
Tres:
Pleno empleo y Despido libre.
Cuatro: Recursos de ajuste, control y eficacia.
Cinco: Comercio solidario.
Hemos de buscar y descubrir las fórmulas
de equidad en el reparto de las riquezas y los recursos para que ningún hombre
sobre la faz de La Tierra pase hambre o muera de sed.
El hombre es lo importante, lo
que más nos ha de interesar. Sin él, nada tendría sentido. Sin embargo,
olvidamos que su desaparición sería un desastre, nuestra mayor catástrofe. El
hombre se mueve, una vez cubiertas sus necesidades básicas, afirmándose en una
confianza cambiante a medida que, con el paso del tiempo, adquiere nuevas
creencias. El hombre pues, desarrolla y potencia el intercambio de bienes,
derechos y obligaciones, además de su cerebro, para llegar hasta nuestros días,
en un Planeta densamente poblado. Fue preciso que abandonara su aislamiento,
autosuficiencia e individualidad (que hoy raramente conseguiría) y convertirse
en un ser social, dependiente de un comercio que, aunque fundamental para el progreso y su
continuidad, también es interesado e insolidario, pese a que esté asentado dentro
de la ley, el orden o un concierto mundial. Tal vez, nos hayamos ocupado en exceso de ese comercio imprescindible
del que hablamos y apenas si hemos profundizado en los elementos y recursos
para uso. Vemos atónitos (bien por desoír que el fin no justifica los
medios; bien, porque los mismos nos hayan desbordado) como la empresa explota
bienes naturales y de todos (aire, agua, sol…) en su provecho y menoscabo de la
gente, logrando que el instrumento de cambio (el dinero) sea más importante que
el bien que nos es menester e, incluso, que nosotros mismos. Esto ha de ser
regulado y reconducido.
En la última entrada, de forma
escueta, hablamos del dinero, a fin de que no se emita, ya que hay otras
alternativas más simples, que además lo controlan, y de las empresas, para que
sus bienes tangibles, sean sus mercaderías y poco más. Hoy nos extenderemos con
la intención de que las personas jurídicas, rara vez, sean “hemofílicas” o
inmortales. Que no se tenga que recurrir a obligadas amortizaciones por atesorar
sus propiedades en entes anónimos, asociaciones fantasmales, sectas secretas o
asociaciones inexpugnables. Que en ellas
no permanezcan activos no explotados, abandonados o sin rendimiento por tiempo
indefinido. Ni escondidos recursos exentos de impuestos. Ni bienes
personales a nombre de fundaciones, ONG´s u organizaciones estatales, políticas
o religiosas. Que sus beneficios sean repartibles en tres partes bien
diferenciadas y exentos de impuestos: para su accionariado o propietarios, para
sus asalariados y para la sociedad o las arcas públicas con destino a
inversiones dirigidas a acabar con la pobreza y las desigualdades. Y, por
supuesto, que aún considerando a la empresa el motor económico del comercio
local, estatal e internacional, no recale en los llamados Paraísos fiscales que
sólo a unos pocos beneficia, cuya producción es nula y sus dineros están
preparados para la especulación y el delito. Reflexionemos sobre tales
cuestiones.
La perspectiva de una
Europa unida puede verse truncada, en estos momentos, por intereses de gente codiciosa,
alejando a sus habitantes de una política común. No lo permitamos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario