“Tenemos que lograr unir el mundo
para salvar la Tierra que no pertenece a nadie sino al viento. Nuestra tierra
en la que viven pobres, demasiados pobres, y ricos, demasiados ricos”.
Copié está frase de Zapatero (grandilocuente
objetivo final que nos recuerda el principio y final de los tiempos) para
decirme a mí mismo que he de luchar contra las condiciones de la gente
necesitada de las religiones entre los que se encuentran los “pobres, demasiados
pobres, y ricos, demasiados ricos”.
Un lamento, sin duda, que los
mandamases de las religiones olvidan, apoderándose de las voluntades de las
almas que en ellos confían, para adueñarse de la “la Tierra que no pertenece
a nadie”. Así, se hacen “ricos, demasiados ricos”, en la oscuridad, sin
hacer ruido.
Ya va siendo hora que sus jerarcas
retrocedan en su afán de almacenar bienes y den un paso atrás devolviendo lo
que a ellos no les corresponde. Que abran las puertas de esas mansiones y
palacios, templos e iglesias para que los hombres que huyen de las guerras se
refugien y su sufrimiento sea más llevadero.
Predicar, sí. Pero dando trigo
también. Ninguna religión monoteísta ha hecho apenas nada para remediar a esos
hombres el hambre, el frío, su falta de
cobijo: su desamparo. Unos hombres hechos a “imagen y semejanza de Dios”. De un
Dios al que no le hacer falta tanta fortuna, ni tesoros, ni negocios tan prósperos.
Una amortización más tendrá
que darse en España para que las múltiples riquezas conseguidas con el sacrificio de la gente
vuelva a la gente. La Iglesia no ha de estar del lado de los poderosos contradiciendo el
ejemplo de Jesús y el espíritu de su doctrina que no practica. Crearon miedo y la “Santa” Inquisición. Quemaron gente en la hoguera. Procuraron castigos y tormentos. Condenaron a su antojo o, simplemente, sentenciaron a muerte
por afirmar que La Tierra gira alrededor del Sol.
Fariseos. Sepulcros
blanqueados. Especuladores vivientes. Compren el aire que venden. Ese viento
“dueño de la Tierra” con el que podrán elevarse, ya que no tienen comprado el
cielo, ni él les pertenece.
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