domingo, 5 de mayo de 2024

ACEPTACIÓN

Lo esencial de la Vida es, lógicamente, la vida del hombre, aunque nada sería sin el resto de los demás seres vivos y la totalidad de los elementos o componentes necesarios para su existencia y transformación a través del tiempo, conforme a la Ley de la Evolución.

Al hombre le basta con respirar y alimentarse para poder vivir; sin embargo, sus características humanas lo condicionan a desarrollarse, mejorar y domeñar, si es posible, su propia Naturaleza para convertirse o a, su través, formar una nueva especie con los medios y recursos a su alcance o los proporcionados por ulteriores descubrimientos científicos y sociales. Nadie hoy, por otra parte, puede saber cómo hacerlo o cómo ocurrirá, salvo imaginar, elucubrar y, sobre todo, acertar en las ideas precisas, que surgirán sin duda, culminando en otro ser o ente cuyo intelecto sea superior al de los humanos. Estos, entonces, limitaran o frenarán sus avances y dejarán de ser los seres superiores de la creación, sustituidos por otra especie de luz y amor. 

Siempre, desde los primates y en la actualidad de cada momento, los hombre se han guiado, por convencimiento o casualidad, hacía metas aleatorias, aunque por la proliferación de las mismas, cada cual las haya elegido diferentes. Ni mejor ni peor: distintas. Por supuesto, al día de hoy, continúan sucediéndose formas de convivencia dispares, resultado de múltiples razones. En el transcurso del tiempo se han ido y se irán (supongo) modelando todas las especies, tanto física como intelectualmente, debido al medio ambiente, alimentos, costumbres y circunstancias.

De lo que no hay duda, es que el organismo humano (cuerpo y alma, materia y espíritu, masa corporal y energía vital,...) responde ante sus movimientos físicos y conductas emocionales relacionados y dependientes entre sí, por lo que, inevitablemente unidos, durarán tanto como se cultiven hasta alcanzar y compartir el mismo destino.

La prolongación de la vida pende, pues, del nivel físico y psíquico del ser humano. El primero, es consecuencia de una buena salud, una adecuada alimentación, un ejercicio moderado, un descanso habitual que permiten mantenerlo en optimas condiciones. El segundo, origen del intelecto y funciones emocionales, es la parte cerebral  y menos conocida aunque igual o más importante que el anterior, se resiste a mostrarse desnuda. Por tanto, habrá que profundizar más en sus causas de las que tanto nos habló Cristo, través de los Evangelios, o los grandes hombres de todas las latitudes (filósofos, pensadores, iluminados...) tratando de buscar, para sí mismo y los demás, soluciones para  la convivencia pacifica. A propósito, cabe destacar las meditaciones sobre nuestro comportamiento o los ejercicios cerebrales al respecto, ajenos a intereses oscuros, religiosos, políticos o sectarios, para comprender y tolerar, para que el alma nos proporcione calma y serenidad, bienestar y fortaleza, bondad y empatía. Nada mejor que acometer su práctica aunque suponga un sacrificio, dado que nadie nos conoce tan bien como nosotros mismos.

Admite como eres: no te rechaces. Eres único, distinto a todos los demás. Imponte la obligación de aceptar las cosas como vengan sean o no beneficiosas, pienses lo que pienses, ya que aceptar a los demás como son y aceptarte, no significa humillarse o rendirse, es constatar, tan solo, algo que podrá o no ser modificado o intentarlo al menos.

Ejercicios, pues, para el cuerpo y para el alma siempre vendrán bien. Utiliza las partes corporales y anímicas más necesitadas hasta conseguir una completa armonía que te haga sentirte bien contigo mismo y con los demás. La voluntad, que en ello se ponga, producirá los resultados satisfactorios que deseas. 

Tal vez hablaremos de ello más adelante e improvisemos las escuelas del respeto y la comprensión, especialmente para políticos, periodistas, otros divulgadores y gentes inquietas como tu y un servidor.

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