Al igual que la persona física goza de cuerpo y alma, la jurídica también. Los órganos de una y otra son bien diferenciados. Para la primera gozamos de miembros como el aparato digestivo, las extremidades..., y placer, dolor..., para la segunda respectivamente. Para ambas (humanos y sociedades), además, cuentan los balances económicos y los balances de felicidad.
No es de recibo que una persona (cualquiera que esta sea) tenga enormes beneficios y no contribuya al bien general común con sus impuestos, en una medida proporcionada a sus ingresos. Menos aún si sus beneficios han sido conseguidos a costa de despidos masivos, fabricación de armas, evasión de impuestos, explotación humana, corrupción política... Por tanto, se hace necesario crear indicadores para los balances indicados como el producto interior bruto y el producto interior social, respectivos.
La función empresarial no ha de ser únicamente la de obtener beneficios sino la de aumentar su actividad; es decir, no solo ganar más (que es un medio) si no el de crear un excelente servicio a la comunidad, que será el objetivo. Un banco, por ejemplo, ha de ganar suficiente para facilitar dinero más barato; de tal forma que, por ello, pague menos impuestos, incluso, estar exento de ellos. En las empresas ha de primar la calidad y su carácter humanitario con arreglo a su poder y tamaño.
¡El que posee en exceso, acabará poseído!
Los valores económicos se han de basar en la confianza, la cooperación, el aprecio, la solidaridad, la voluntad compartida, el prestigio..., sin competir en lo que no sea para el bien común.
El fin justifica los medios. El viaje es el destino. El capital es el medio, no el fin. El objetivo será lograr la felicidad de todos. La situación actual del capitalismo no es sostenible. La desigualdad nos lleva a lo contrario del bien común. El altruismo es la marca de los ganadores. La solidaridad genera sostenibilidad. La desconfianza, necesidad de control. El miedo, nos lleva a un control sin salida.
¿Siempre hay una alternativa en economía o no la hay? Sí. Siempre habrá alguna alternativa. La economía se puede dirigir, bastará con decidir y saber en qué dirección se quiere ir.
La economía más ecológica y sostenible puede ser de decrecimiento, regional, justa, competitiva. El capitalismo radica en la obtención de beneficios financieros; el empresario basa sus beneficios en su mejor y posible bienestar.
Si engañamos a los demás en todo, estamos perdiendo nuestra dignidad. Una dignidad que es el mayor valor que tenemos, permitiendo a todas las personas tener la misma libertad, derechos y oportunidades. Esta es una premisa a considerar.
¡Mire qué hace el banco con su dinero! Apueste por una banca democrática orientada no al beneficio sino al bien común.
Nadie debería ser rico solo con posesiones. Los enormes ingresos se generan con el trabajo y, por tanto, los salarios deberían bastar para que todo el mundo viva bien.
Cuanto antecede está sacado del libro titulado La economía del bien común, escrito por Chistian Felber (que recomiendo), del que seguiremos hablando en próximas entradas de este blog. Espero, que todos los que habéis llegado hasta aquí leyendo, manifestéis vuestros comentarios al respecto. Servirán para hacernos una idea de cómo imaginamos el devenir social que nos aguarda.
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