domingo, 12 de octubre de 2025

LOS DERECHOS Y OBLIGACIONES SON DE TODOS

 

Los hábitos, sus usos y costumbres son la vida de la gente. Una vida condicionada al interés y la riqueza, a la necesidad y la pobreza, aunque en su día la establecieran creencias y religiones basadas en la ignorancia y el miedo, a los que añadieron ritos, dogmas y esperanzas a conveniencia del poder de turno, doblegando otro poder u otras ideas.

Ha llegado un tiempo en el que, debido al conocimiento y la multitud de credos, las religiones están perdiendo fuerza y ardor, cobrando la política mayor predicamento, aun cuando las abismales diferencias entre pobreza y riqueza continúen en ascenso.  Es tanto el desequilibrio existente, que los ricos rivalizan procurando por todos los medios ser más ricos e, incluso, publicitando un ranquin para hacer creer a necios como ellos su felicidad. Los pobres, al igual que los anteriores, se revuelven y despotrican unos contra otros, se roban entre sí, son insolidarios, pero, al contrario que los primeros, carecen de voz, son más pobres cada día y serán incapaces de salir del profundo pozo de miseria que los envuelve, en el que están viviendo.

Cierta clase dirigente, centros de caridad, organismos diversos se limitan con sus auxilios a que sobrevivan y eso a nada o a poco les conduce. Si de verdad quieren ayudar, han de proporcionarles conocimientos para que se puedan ganar la vida ocupados (*) y obtener algún dinero más de lo suficiente para vivir, aunarse y luchar dignamente para mejorar su situación sin que las esperanzas les falten.

Parece que no nos damos cuenta de que la miseria genera más miseria, la pobreza más pobreza y, mientras las personas que las sufren están obligadas a suplicar caridad, otras clases desaprensivas se aprovechan de ello. Y, esto, tiene que acabarse sin enfrentamientos, pacíficamente, exigiendo al Gobierno de turno medios con los que puedan ganarse la vida sin implorar limosna, ni humillarse...

Todos nacemos y morimos de igual manera y la Tierra, madre de todos nosotros, nos ha deparado fortuna e infortunio desigual sin saber la injusticia cometida. Los humanos hemos de estar por encima de eso y rectificar desde que nacemos para, al menos, hasta la mayoría de edad, equiparar a todos por igual, aun cuando ya pululen, entre los adultos, las desigualdades en razón a su suerte y herencia.

A través de estas líneas me permito exhortar a pobres y necesitados de España, allá donde vivan, a tomar en serio el siguiente llamamiento: Hombres del pueblo: ¡No hay más armas que vuestra propia voluntad con las que defenderse! ¡Exigir justicia y reclamad reparación! Juntaros a diario en un lugar visible y manteneros ocupados, al menos durante siete horas, para sentiros de utilidad. ¡El conocimiento os dará la libertad! ¡La ocupación la dignidad! ¡Nada es más valioso que un hombre libre con dignidad! ¡Los derechos y obligaciones también son vuestros!

(*) Ocupados tiene o no que ver con el trabajo (gratis o remunerado).

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