Como esta será
la última entrada del 2013, aun sin ser los Santos inocentes, haré referencia a
la moda de negar lo evidente (NE),
saltándome de nuevo la guía prevista y narrando sucedidos del año. Sin embargo,
al ser muchas las injusticias, sandeces y dislates producidos de los que puedo
echar mano, elegiré el Cine sin…, que se mantendrá, me temo,
vigente bastante tiempo.
La NE es una
práctica inmemorial desde que las parejas (hombres y mujeres) se establecieron
por nexo matrimonial o bien por un compromiso de fidelidad. La NE de la
fidelidad contra natura se ha de
estudiar en profundidad, pero el tiempo/espacio, como la memoria, pasa volando
y uno, con achaques o sin ellos, ni se entera. Y luego a votar: así nos va. Y comienzo.
Erase una vez
un circo donde nadie sabe lo que pasó, ni lo que pasará. Nóos dicen, que por
una Casa nova en Galicia, en el Mediterráneo o en el Sur, o por tributar a la
luna de Valencia; a la hija del dueño
principal, toda una princesita, la pillaron in
fraganti desnuda en la cama con un
malabarista llamado Acteon, pero simuló no darse cuenta diciendo que no… (Omito
la palabra porque no se la imaginan) sino que
jugaban a los barquitos.
(Recodáis aquello de: “Hundido. Agua.
Tocado”). Pues bien, su marido que era un deportista en lugar de enfadarse
como hizo Hefesto atrapando con una red invisible a su esposa Afrodita
cohabitando carnalmente con Ares y exponerlos públicamente, pidió permiso a
Zeus, su suegro, para ir a visitar a sus amiguitos y así ser domador de fieras
(una vocación callada mantenida desde su infancia). ¡Qué tristeza me embarga recordar tales
acaecidos! Y, ¿a qué no saben que descubrió cuando comenzó a realizar el
trabajo? Ni yo tampoco, mis queridos niños. Pero, sin saber por qué, los
espectadores del circo se enfurecieron. Puede que por el precio pagado de las
entradas que no respondía a sus expectativas o porque falló la magia aflorando dinero
de sobres en lugar de palomas de una chistera; quizás, porque los
malabaristas jugando a hundir banquitos, tocando y cogiendo, se cargaron sus
bolsillos o porque Hefesto dejó su semen en una pierna de Atenea y la preñó (eso sí, sólo un poquito) como cuando se llena una botella por la
mitad, que no se sabe si está medio llena o medio vacía; tal vez, porque el marido
empalmado porfiaba con fieras en lugar de matarlas a tiros o domarlas con corinna
o ¡qué se yo!..., mientras tanto, otros espectáculos competían con el del circo,
ugeteándose tanto o más con su Ere que Ere.
Si, mis queridos niños. Todo es pura realidad. Nada de fantasías. Y para que vean que
no es invento ni ficción, pregunten a los vigilantes de tan magníficos
esperpentos. A esos señores a dedo nombrados, que nos defiende de timos,
encarcelan a mangantes y trileros sinvergüenzas que nos engañan en su provecho.
Precisamente, eso es lo que quiso hacer el público mal pensado, pero no fue preciso
porque los avizores guardianes de la ley los acallaron diciendo: “Todos los criminales mienten negando su
crimen, los ladrones no confiesan sus robos y los infieles que se precien
indican que sólo jugaron a las prendas un rato, pero ¿qué importa si todos son
culpables? La ignorancia de la ley no les exime de su culpa”. ¿Cree alguien eso? Pues yo tampoco. Sin
embargo, pasado un moltó/rato, surgió una aguerrida condesa consorte de las más
grandes del circo o ¿era Hera? No. Fue
Artemisa que con un bresa y un bárcenas en sus manos oliendo a rosas, convirtió
inmensas riquezas en un gurteljauria de perros que devoraron a su amo Acteon
por verla desnuda y ser virgen inviolable. Entonces,
los asistentes botaron en sus asientos maravillados, pero de nuevo los
vigilantes les convencieron para que se sentaran. “No vale lo que han visto, no sirve de nada: confíen en la justicia”. Esperamos
y velaron la película. El público
alucinaba, muchos querían compartir el botín; otros en el campo, entre eres,
matas y ramilletes, extasiaban al ver (decían) a Ferrán el Bautista; hubo uno
que saltó de un divár más duro que una roca y
con un punzol Ferrusola se abrió paso como un campeón en Banquia, el
palau y cía. El espectáculo subió de tono y visto lo que se veía, se cruzaron
miles y miles de e-mail comentando las bromas infantiles y tan simpáticas
payasadas. Yo, sin embargo, vi tropelías atrevidas contra un Olimpo y unos
dioses que no perdonan. A la salida leímos un cartel que decía: Todo es producto de su imaginación. Por el
buen gobierno, no nos hacemos responsables de las quejas. La dirección del
circo. Y, colorín colorado el relato….