El principal y más importante invento del hombre ha sido Dios. En su
nombre (por o para Él), desde el comienzo de los tiempos, se ha hecho de todo:
Guerras, rapiñas, engaños y demás cuestiones; surgiendo en su entorno cielos,
infiernos, purgatorios y negocios. Nadie, que yo sepa, ha sido capaz de
evidenciar lo contrario; ello resultará tan imposible como detener el tiempo. No
es de extrañar, por tanto, que el hombre sospeche (de lo que muchos están
convencidos) que Tiempo y Dios acaban
con la muerte, pese a que en su camino surjan otros ídolos o dioses que
quieran usurpar su puesto, pese a que la cultura sobrepase la fe apoyada en el
miedo o sustentada por él, pese a quienes se arrogan su representación, pese a
que lo cotidiano se considere verdad, pese a que…
El Sistema capitalista, desbocado actualmente, trata sin proponérselo de
suplantar esa figura poderosa de Dios sacándose el dinero de la manga. Y
por el dinero se mata, se roba, se engaña y demás cuestiones, surgiendo de
nuevo las cruzadas, los mercados, los políticos empleando impunemente armas
similares. Y todo se comercializa (por o para él) en beneficio de unos pocos
desalmados, sin importarles nada ni nadie, salvo su propia conveniencia, pese a
que les llegará la muerte y en ésta los bienes materiales están vedados.
¿Habrá que poner coto a
semejantes desmanes? Pero, ¿cómo hacerlo? Si bien Dios es imparable
empíricamente, no lo es así la falacia del dinero necesario para subsistir. Con
éste no se podrá acabar mientras no se ponga cerco a quienes lo brinda con
artimañas.
¿Ha dicho alguien, por ejemplo, que Bárcenas o Urdangarin son
culpables? No. Son dos simples modelos que nos pueden servir, al menos en
España, para comprender la normalidad del
Sistema capitalista, que jamás se sacia. Éstos sobresalen y están sirviendo
de carnaza; siendo víctimas de escarnio con que contentar a un pueblo pidiendo
justicia sobre crímenes, estafas, mafias
y demás delitos imperdonables que los
suyos, y otros muchos, a diario comenten. Hay una cultura, un caldo de cultivo para que el sistema económico, a
través del dinero, se idolatre. Miles y miles de millones de euros desaparecen
“legalmente” de las arcas de todos los ciudadanos, sin que exista
responsabilidad alguna para las clases intocables. Se admira la evasión de
impuestos, se premia el timo negociando, se valora la marca de una falsa
España. Sólo les falta a los listos
jactarse de no ir al paro. Se ha convertido en estándar lo que debiera ser
excepción. Y lo hacen predestinados a enriquecerse (ellos y sus venideras
generaciones) asumiendo el leve riesgo de la mala suerte a que los pillen y
justificarlo con que se equivocaron. A entrar en prisión, sacrificándose por
dejar a los suyos forrados, aduciendo haber sido elegidos por la gente y a
sabiendas de que saldrán del trullo lo antes posible teniendo el futuro
resuelto. Sin importarles el engaño, el robo o el crimen que practican con
total normalidad, sometidos a tales perversidades en la selva de los chanchullos
en la que se vive. Ignoran las vidas
ajenas del pueblo que mendiga justicia y ni les preocupa ¡se lo tienen
merecido! Mientras, los valores se escatiman (ocupación, esfuerzo,
dignidad) proliferando los delitos
(drogas, tratas, miserias) que a todos los ciudadanos les están llenando de
mierda.
Creo que España se merece otra
cosa y Dios y el dinero otro tratamiento. Les
invito a leer ESCAPE (una novela con un programa a seguir). Con su compra se
regala el compendio titulado 5 FÓRMULAS PARA EL BIENESTAR DE ESPAÑA. La inteligencia sutil de sus mensajes podrá
abrir fronteras a la reflexión de toda persona que, en definitiva, quiera, para
sí y los suyos, vivir felizmente.
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