Copié y pegué de algún periódico
el artículo que a continuación transcribo. Omití autor, fecha, medio y ni
siquiera estoy seguro de que el título fuera el mismo con el que lo encabezo.
Pido disculpas por tantos errores cometidos, pero creo que merece la pena leerlo.
El texto dice:
“Cuando niños de 8 años son
enviados a consultas psicológicas porque tienen complejos y depresión, algo muy
jodido está pasando.
Cuando el programa de TV más
visto por los niños es el Sálvame Deluxe, deberían saltar todas las alarmas.
Cuando a millones de personas les
importa un comino que el mundo entero se vaya a la cloaca y cada día muchos se
suiciden, deberíamos sentir ASCO.
Pero no solo sentir, hay que
PENSAR de donde viene toda esta deshumanización.
En una sociedad capitalista, ¿por
qué nos sorprendemos cuando la gente decente contempla con repulsión lo podrido
que está todo? Que nos sorprenda indica que seguimos sin saber lo que es el
sistema capitalista. Un sistema hecho para robar y explotar. En el capitalismo,
todos somos una mercancía que ha de ponerse en venta para sobrevivir, cada
persona vende su fuerza de trabajo al empresario.
Las empresas que funcionan
antisocialmente (la inmensa mayoría) tienden a psicopatizar a sus empleados;
hay quienes no se adaptan y se deprimen, hay quienes son lúcidos y tienen
valores e intentan sobrevivir sin perder su dignidad, hay quienes pierden
completamente la dignidad, se psicopatizan y se convierten en personas
antisociales.
Caso aparte merecen las
enfermedades mentales creadas por este inhumano sistema de vida. La más común
es el estrés crónico, riesgo de salud gravísimo, que puede acabar en depresión
y que puede cambiar la personalidad de un individuo y volverlo antisocial.
Bajemos al metro, ese transporte
de ratas donde se puede ver a la gente sumida en sus propios pensamientos, sin
la máscara. Rostros sin vida, frustrados, tristes, alienados, contando hasta
que el dolor pase. La teoría de que “si me hago frío y no siento nada así no
sufro”, y cada día se convierte en una nueva claudicación de cada ser humano de
sus facultades humanas y niñas ajadas con solo 18 años, que no se acuerdan de
lo que hicieron la noche anterior, ni con quien se acostaron. Millones de
jóvenes se aburren enormemente, porque no tienen inquietudes, no aprecian la
música, la literatura, el arte, nada, están vacíos y ancianos, y su única
salida es drogas y alcohol, y sexo los afortunados en el mercado de carne. Pero
no como fuente de diversión lúcida, empatía, o conocimiento, sino como triste
evasión del dolor.
Faulkner dijo, “entre el dolor y
la nada, elijo el DOLOR”.
¿Pero cuantos elijen la nada?,
¿Cuántos sudan e hiperoxigenan cuando se les hace pensar, cuando se les muestra
su realidad en el espejo, cuantos huyen sin mirar atrás?
El mayor miedo del ser humano es
mirar la realidad a los ojos, y sobre todo ponerse a sí mismos frente al espejo
de la verdad.
Y somos duros por fuera, como
feos monos acuclillados en nuestra indiferencia, pero blandos por dentro, sin
voluntad. Decía Cervantes, “antes prefiero la tristeza en mi rostro que la
mancha en mi corazón”.
Y nos han ido moldeando así,
porque el capitalismo no es torpe e incompetente como la izquierda, y el ser
humano es la materia más maleable de la naturaleza.
Jamás un psicópata entenderá lo
que es un ser humano, su belleza y grandeza; sin embargo, es el más hábil para
saber cómo quebrar a un ser humano y convertirlo en un dócil esclavo, en ello
invierten miles de millones de dólares para investigación e implementación.
Y así como el mayor don del
diablo fue hacernos creer que no existía, el mayor don del capitalismo es
hacernos creer que vivimos en libertad. Pero la única libertad que existe es el
conocimiento, el pensamiento superior y el poder ser dueño de tu pensamiento y
de tus actos en un medio donde tus derechos estén cubiertos. El conocimiento
emancipador se nos oculta, el pensamiento superior se nos amputa en el sistema
educativo y mediático, y en el trabajo se nos explota.
Da igual que estemos hablando con
un doctorado, la mayoría de la gente no sabe pensar; o no es capaz de
trascender los límites que el sistema ha colocado como gruesos barrotes en sus
esquemas cognitivos.
Poca gente se da cuenta de que
vivimos bajo un imperio y un mantra de pensamiento único falsamente adornado de
pluralidad.
Es solo en los márgenes donde se
cultiva el pensamiento y donde se leen a los escritores no vendidos al capital
o no controlados por la ideología del capital.
Pero volvamos a cómo quebraron
nuestra fortaleza: Lo hicieron alejándonos de nuestros semejantes, rompiendo
primero las gens de las primitivas tribus, después rompiendo el trabajo
colectivo, y por último rompiendo la unidad familiar. Millones de seres humanos
vagan sin vínculos y sin raíces, y lo peor de todo, sin valores humanos.
Individuos aislados son fáciles de manejar. La única fuerza de un trabajador es
la organización colectiva, es decir, los sindicatos verdaderamente obreros.
Y uno ya se asusta cuando escucha
decir “la educación no es importante”, “las ideologías habría que abolirlas”…
Ideas que no salen por generación espontánea, que son cultivadas en el caldo
mediático, ONGs, movimientos sociales, etc. Y no nos damos cuenta de que
repetir ese mantra es aniquilar el producto de la inteligencia y los valores
humanos: la educación, la cultura, las ideas estructuradas en ideologías.
Tal como decía el gran Leopoldo
María Panero en una entrevista con Sanchez Dragó, con parecidas palabras, “el
capitalismo tiende a uniformizar a todos los individuos, de aquí a poco tiempo
ya no habrá genios de personalidad genuina”. Las nuevas ciudades se construyen
todas igual, sin identidad, el nuevo PAU de Vallecas es idéntico al nuevo PAU
de Río de Janeiro.
Y es evidente, la decadencia en
la filosofía, en la política, en las artes, en la música… Pero volvemos a lo
mismo, ya no se trata de obras de arte sino de mercancías. Es difícil, por
tanto, que no se degenere nuestra cultura. La uniformización de la diversidad
cultural se disfraza de cosmopolitismo, generalmente de folklore basura, o de
cultura pasada por la domesticación comercial.
Bukowski también lo dijo, “ya no
va a haber más genios, yo soy el último”.
Hace poco caminaba con una chica
por una calle de Malasaña, ella saludó a otro hombre, por el gesto pensé que
aquel tipo debía no ser más que un conocido de vista, ni se pararon a hablar.
Resultó que el tipo era su más reciente pareja sexual. ¿No nos indica este
hecho lo muertos que estamos?
Pero la sabiduría acumulada de
siglos y la psicología científica nos indican que el ser humano necesita
vínculos afectivos, necesita relaciones sanas, de confianza, de sinceridad.
Pero las parejas fallan, los amigos fallan, parece que lo único que no falla
son las madres.
Pero, ¿la gente sería tan infame
si viviesen bien, si su vida tuviera un sentido que no fuera el de matarse a
trabajar para que un tipo se compre 30 palacios y una isla con su propia flota
militar?
Antes, cuando algo se rompía en
una relación humana, se hacía por arreglarlo, ahora simplemente se desecha.
Y no nos engañemos, cuanto más
grandes y groseras risotadas soltamos en el bar o en la oficina, más ocultamos
nuestro vacío, nuestra infelicidad y frustración.
Tal es la frustración que no
dejamos de observar cómo, en esos eventos deportivos señalados; la gente, no
necesariamente hooligans, estalla en una catarsis de violencia colectiva,
revientan mobiliario urbano, se pegan con los demás, con la policía, etc.
Es evidente que la gente no está
bien y parece que para muchas personas, el único modo de sublimarse y ser
libres por unas horas es pegarse de hostias con lo que sea.
Cuando el marido llega a casa
arrodillado es la mujer la que se arrodilla y el marido se levanta.
Y esos hombres de negocios, de
éxito según los deshumanizantes valores del sistema, también se arrodillan,
también se vejan, porque en una sociedad jerárquica basada en la competición
salvaje siempre hay alguien más arriba que exige se le besen los pies. Y
siempre hay un alienado dispuesto a arrodillarse para tener más “éxito social”.
Los que no aceptan esta estupidez
tienen que ser muy fuertes para que la presión social y mediática no les
afecte, y pueden deprimirse si no encuentran su lugar en el mundo.
Si el lector aún no sabe de dónde
viene todo esto, que abra los ojos a su alrededor, ¿qué nos están dando en la
televisión?: programas, series, realitys, películas, donde el ser humano es
tratado como un trozo de carne, vago, degenerado y maloliente. Y mal que nos
pese, la televisión está por encima de la realidad, y moldea la realidad,
nuestros pensamientos y creencias sobre absolutamente todo. “Sin tetas no hay
paraíso”, “nadie tiene sueños eróticos con alguien muy simpático”, “física y
química”, y un bombardeo infinito y constante de basura. Cuestionen la
ideología que reciben sus hijos viendo películas de Julia Roberts.
La televisión es el único servicio
privado que se ofrece gratuitamente. Hasta Zapatero implementó un servicio
gratuito para que todos los viejos hicieran el cambio rápida y eficazmente a la
TDT.
Y en estas estamos y en estas
seguiremos, hasta que la gente no se interese por aprender lo que más afecta a
sus vidas; tanto individuales, como a la humanidad como colectivo. Hasta que la
gente no acepte esta triste realidad, que por incómoda, se lleva a lo más
profundo del trastero de nuestro cerebro. Es el futuro del ser humano como
especie lo que está en juego. Den ustedes un sentido a su vida por lo que
merezca la pena vivir y morir.
En las antiguas gens no existía
seguridad social, ni policía, ni jueces. Todo el mundo estaba unido y se
ayudaba mutuamente. No podemos volver materialmente a eso, ni debemos, pero la
evolución continúa. Quien nos diga que el ser humano acaba aquí, encerrarlo en
un manicomio. Quien nos diga que el hombre es malo por naturaleza, encerrarlo
en una celda. Quien nos ladre, ponerle un bozal y una correa y pasearlo en las
ferias públicas”.
Agradecería que, si alguien lo
sabe, me facilitara la información de la que digo carecer al principio. Muchas
gracias.
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