¿Son corruptos endémicos nuestros políticos, empresarios, magistrados,
periodistas…? Sin dudar, he de contestar con un no rotundo. Se trata de personas,
de cada uno de nosotros, no de la actividad que se desarrolla; si bien... la
corrupción es solidaria y no es cosa de uno sólo.
Las profesiones, los
cargos, los comerciantes son
tres direcciones que siempre inspiran
confianza. Sí, bien digo, confianza. Sin ella, difícilmente podrían ejercer su labor.
Discurren en la nebulosa y el azar diario de la vida, confluyendo en su devenir
incierto e inevitable como la enfermedad o la fortuna. Ocupaciones propicias al soborno, la malversación, el engaño…
Delinquir no es exclusivo de
una función sino de la codicia, que no de la necesidad. Y la
ambición es el germen poderoso y recomendado a las personas para triunfar. Un elixir que envenena, corrompe y destruye
lo que todo el mundo anhela y no consigue: la felicidad. ¿Quién no ha conocido
algún caso? Un directivo de la comunidad de vecinos, un cajero de banco, un
vecino enchufado… El traficante, el ladrón, el mentiroso… conviven entre
nosotros.
No gusta, que nadie se arrogue de nada y menos de ser patriotas, los dueños
de España, los hombres de honor, que dicen creer en la justicia, sabiendo (y no
hay que olvidarlo) que son unos miserables tributando en Suiza, sobornando a
jueces y fiscales, camuflados en las listas de algún partido...
¿Qué es un hombre? Es todo o
nada. Posiblemente, ni lo uno ni lo otro.
Maldito el hombre que fía en
hombre. El que en sí confía, yerra cada día. Confianza sin tasa, empobrecerá tu
casa. Creer con ligereza, gran torpeza. Sin robar no se junta gran caudal. Sin
ser ladrones, no se juntan millones… Nuestro refranero, a propósito, está lleno de poesía.
Hay quienes prefieren el
capitalismo, que exprime
al prójimo como a un limón, chasquea simplemente dos dedos ahuyentándoles o les
da la patada dejándoles desnudos en la calle para que cimenten su libertad con tal
tiranía y su pobreza; otros escogen al
comunismo, que oculta, a ojos de todos, sus bajezas, encerrando a quienes
cuestionan su poder para que reflexionen mientras se pudren de hambre en un
calabozo. Sólo la iglesia defiende a los pobres para hacerse más rica. Ni
lo uno ni lo otro ni la fe en una religión, proclama un servidor. Deseo la libertad que respeta a los demás y la dureza de los medios establecidos contra
los delitos sin que impida lo primero, ni la fe en los compromisos de los
hombres, defendida con la fuerza de su propia condición. Lo ideal sería
que, más pronto que tarde, unos y otros cedan sin que la ambición de ninguno se
imponga o triunfe. El P.C.O. (Proyecto de Ciudades Ocupacionales), cuyo Sistema pueden leerlo
agenciándose el libro de 5 Fórmulas para
el bienestar de España de Reynaldo Tendero al comprar la novela titulada ESCAPE de Sebastián Lorca, considera las medidas y medios a
instaurar sin perder de vista el fin del objetivo que se propone: la felicidad
del hombre.
No es de recibo que nadie se
fie de nadie. No hay nada más incierto que la voz que
asegura certeza. Acredítese. O, algo debe o a algo está obligado o, tal
vez, de ello se sirva para ocultos intereses.
Fiarse es cobre y no fiarse es oro. No
me fio ni de mi de mi padre. Y
políticos, comerciantes y religiosos actúan desde la fe de ser creídos,
cerniéndose su actuación en esa confianza de la que yo desdigo. ¿Qué sería
de ellos si no les tuviéramos confianza? Las personas matan, roban, engañan… y,
más dolorosamente, si te fías o crees en ellas. No son sus actividades direcciones a controlar, sino ellos,
como si fueran verdaderos sinvergüenzas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario