Sólo la cultura puede liberarnos.
Y para liberarnos no cabe admitir
una monolítica educación. No caen dos colores únicamente: la del espíritu
nacional o la diversidad de la razón, la de la lucha de clases o la del reino
de los cielos, la de los catalanes agarrados o la de los españoles nos roban; el arco iris es bastante más amplio.
Ningún monotema tiene por qué
enfrentar a las personas, salvo que desde la más tierna infancia se inculquen
verdades equivocadas, sin posibilidades de discrepar, sin género de dudas que
lo aclaren o lo cuestionen. No sé si
aún estamos de acuerdo en quién descubrió América o si la Tierra es o no el
centro del Universo o si este o aquel río nace o muere en lugares innombrables.
Muchos serían los quemados en la hoguera, muchos los acusadores para que a ella
fueran: ¿para cuándo permitir a los
expertos que pongan de acuerdo a los políticos en impartir una sola clase de
enseñanza? Sin vencedores, ni vencidos, sin argucias ni sutilezas que
lleven al engaño; sólo y exclusivamente los fundamentos de la ciencia (ligados o
no a la filosofía) con las raíces de las cosas que razonen la evolución de la
vida, dado que todo lo que ocurre tiene que explicarse por algo sucedido
anteriormente.
Animo a que se haga un pacto por
el conocimiento. Que sean los técnicos quienes implanten el método, el
contenido, las reglas para enseñar igual para todos; con la salvedad de que si
en algo existe discrepancia se formule y se haga saber. Los resultados
mostrarán saberes alejados de odios, rencores y venganzas, ya que al mundo de
las ideas, de las decisiones y de la confianza les bastan los estímulos de
superación y esfuerzo. La escuela los
necesita y todos los necesitamos para
que el futuro no nos enfrente.
Nota:
Un duro golpe de Estado se ha producido en toda regla. Hace tiempo,
algunos asaltaron la República con las armas al grito de Viva la República y
murieron de forma injusta mucha gente, arruinando largamente el pensamiento de
España. Ayer, con otro tipo de armas tan
peligrosas como aquéllas, saltándose la ley igualmente, al grito de “por la
Democracia”, en nombre del pueblo catalán, segregaron la Democracia, cuando ésta
no se divide a la fuerza, retorciendo las ideas o arrogándose representación
que carecen, sino que ha de hacerse con el respaldo unánime de las leyes y la
gente, con el convencimiento que ellas (ideas y leyes) proporcionan y no para guarecerse unos de presuntos delitos
cometidos como antes lo hiciera el “honorable” y otros para lograr la República de la misma
manera que la derrocaron.
Existe la sospecha que el
principal valedor de tal iniciativa, que en otro tiempo manifestara que la
independencia estaba anticuada y que conseguirla no era posible sin saltarse
las leyes democráticas, hoy se envuelve en la vulgar treta que cualquier delincuente
utiliza: acusar a los demás de sus propios errores, sintiéndose perseguido y
sin querer aceptar su derrota.
¡Qué el tiempo resuelva lo mejor para la gente que, en definitiva, es la que paga sufriendo las consecuencias!
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