El derecho a decidir es legitimo cuando el derecho del otro se respeta.
Cada uno de nosotros, dentro de nuestra casa haremos lo que queramos, evitando
molestar, respetando a los colindantes y cumpliendo las reglas que nos hemos
dado si vivimos en comunidad. De no vivir solos, contaremos con nuestra pareja,
hijos o con quienes algo tengan que exponer. El derecho a decidir se comparte
con los demás para lograr un objetivo común e, incluso, habrá de ampliarse solicitando
permiso a la autoridad competente a fin de observar las normas establecidas. Puede
ocurrir que los residentes de un barrio, un pueblo, una ciudad decidan ejercer
su derecho a decidir para vallar el entorno que ocupan o para iniciar cualquier
otro tipo de iniciativa que afecte al conjunto y, aun estando todos de acuerdo,
no les será posible ejecutarlo sin el consentimiento del ente administrativo al
que pertenezca, sea el municipio, la comunidad o el país. Lo mismo ocurre a los socios de un Club que traten de gobernarse aislados
de los demás: antes, inequívocamente, tendrán que modificar sus estatutos vigentes.
España y el resto de países que
forman parte de ese Club, llamado Europa, desde el momento que se hicieron socios y pasaron a pertenecer
al mismo, su soberanía nacional quedó menguada; en especial, la relativa a
cuestiones de importancia capital como la económica, que afecta sobremanera a
decisiones políticas. Además, poco a poco, irán cediendo más autoridad para que
Europa sea quien gobierne con preceptos comunes y se amplíe con una mayor
convivencia social, más derechos humanos, más igualdad de oportunidades...
La gente residente en Cataluña, por supuesto, que tiene derecho a
decidir, y no sólo sobre el suelo donde viven, si no sobre todo el territorio
español. Las mismas obligaciones que comparten con el resto de habitantes
de España de cumplir con la norma principal que, en algún momento, alguien
democráticamente y no por imposición, determinó. Habitantes que hoy son los que
son y que mañana serán otros con pensamientos
iguales, contrarios, distintos y, por consiguiente, con los mismos
derechos a ejercer su derecho a decidir y las mismas obligaciones a acatar su
resultado, de la misma manera que tienen los que ahora viven. Ante una ley injusta, coercitiva,
discriminatoria cabe la desobediencia civil, pero para segregar cualquier
territorio de lo que ahora se conoce como España, será previamente necesario
cambiar la ley que la considera indivisible, pero eso sí, con la decisión de
todos sus moradores.
No puedo, por esto, entender a Pablo Iglesias defendiendo el derecho a
decidir sólo a los residentes de Cataluña sobre Cataluña, saltándose la
legalidad existente de su territorio (España) que en su día aceptaron y
apoyaron. Por ese mismo criterio no debería exigir a los dirigentes
europeos que cumplan con el derecho de asilo a los refugiados. Cabe la
posibilidad (de hecho se está dando) que dirigentes basura no permiten la
entrada en su territorio a gente que huye del hambre y la guerra y eso es una atrocidad. Tal vez, los mandos sinvergüenzas
mencionados se amparan en ese mismo derecho a decidir que el señor Iglesias
defiende. Pues no. La Tierra es patrimonio de todos los seres vivos y los
hombres se han organizado en ella con unas normas que se han de respetar igual que
la libertad. Tales normas nos permiten gozar de democracia y ayudar a los
necesitados. Incumplirlas, es quebrantar los valores citados. Espero que en el futuro, a través del
respeto a normas legales y legítimas, todo ser pueda vivir en un mundo diverso
como el nuestro, donde las guerras, el hambre, las fronteras y otras miserias
excluyentes como los nacionalismos no existan.
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