Si la historia reciente nos ha
enseñado algo, es que no se debería fomentar una economía liberar a ultranza
como sucede en la actualidad, ni un intervencionismo totalitario socialista
como muchos exponen; las fórmulas para el futuro han de ser componendas
entrambos, capaces de regular la codicia
hacía la que nos conduce la primera y la falta de iniciativa, tanto individual
como colectiva, a la que la segunda nos lleva.
Paulatinamente, poco a poco, de
manera subliminal, nos han ido inculcado la idea de que las actividades de
carácter económico han de ser privadas y no públicas para que funcionen. Tratan
de convencernos argumentando razones que, por simplificar y no extenderme, se
deben al modelo vil de enriquecimiento personal que un individuo puede
alcanzar. Es cuasi similar a participar en la compra de lotería con la
esperanza de ser agraciado, cuando en realidad son unos pocos, los
organizadores y otros, quienes se llevan las ganancias.
Tampoco una economía pública, por
el hecho de serlo, es sinónimo de mejora en la vida de los individuos que
formamos la sociedad; existen también razones para desacreditarlo y no ponerlo
en práctica; sin embargo, si hay una causa de peso a considerar, siendo compatible
con el sistema económico actual: poner
en valor el bienestar de cada individuo; aquél modelo que constriñe la avaricia
desmedida del capitalismo, que difícilmente puede reprimir su tránsito y nos
arrastra a lograr, a costa de lo que sea, más beneficios.
La economía y la productividad
especialmente, han de estar al servicio del individuo y no al revés. Por ello,
no cabe moral alguna que justifique la existencia de personas, o entes al
servicio de éstas, que alcancen riquezas incalculables, imposible de disfrutar o consumir en mil
vidas, mientras otros mueren de hambre inmisericordemente. Cabe pues, una
regularización, una intervención estatal o las desamortizaciones como antaño, que a
nadie seduce; por ello, y lo podemos ver
en el libro 5 Fórmulas para el bienestar de España, se han formulado la Teoría de los
números primos y el Proyecto de Ciudades ocupacionales. La primera limita
sueldos y rentas sin que el sistema productivo se resienta, ni el individuo
pueda carecer de opulencias, con costes laborales a determinar, únicamente, por
la patronal. Por el segundo, nada se regala que no cueste esfuerzo, dando la
posibilidad a toda persona a trabajar percibiendo, al menos, un mínimo para
subsistir y estar exento de carencias, con costes laborales para el propio
regulador laboral que será la Administración. Técnicas de ambas políticas/económicas
citadas.
Cabe añadir que la iniciativa
privada no ha de coartarse; al contrario, hay que incentivarla y hacer que sea
relevante con estímulos adecuados a una vida saludable, pero no hasta el extremo
de acaparar medios y haciendas que sean, por exageradas, indecentes. El hombre será feliz haciendo lo que
realmente quiere hacer y eso, teniendo lo necesario, se consigue cultivándolo desde la infancia. No se realiza el
individuo trabajando más o poseyendo más, sino viviendo como le gusta.
Acabemos con la publicidad
engañosa y aunemos fuerzas solidarias para fabricar cosas en común: desarrollar
ideas, obtener beneficios universales, competir con empresas, emporios o
multinacionales que velan únicamente por el lucro sus accionistas y no por el bien
general. Valoremos cosas que ahora no se cotizan: La cantera en educación, deporte,
investigación, materiales, medio ambiente, principios, honradez, esfuerzo…
desterrando el germen cruel de las
compañías que tienen en la corrupción un arma para vender y generar beneficios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario