¡Qué fácil resulta presagiar el caos o enormes desastres si, quién los vaticina,
no consigue lo que se propone! A menudo, dicen una cosa y la contraria acto
seguido, sin inmutarse.
Observe a políticos acabados
que no se resignan a dejar su protagonismo. A otras personas, organismos,
empresarios, economistas, periodistas aportando insidiosos vaticinios cuando en
realidad, lo que sucederá en unos minutos, nadie es capaz de adivinarlo. ¿Por qué se empeñan en asegurar que sus
palabras son acertadas y falsas las premoniciones de los demás? ¿Por qué tanta
animadversión a otras gentes cuyas formas de actuar o sentir son diferentes,
pero que, como ellos, son de carne y hueso? Pensar distinto no otorga a nadie permiso o derecho para condicionar a terceros a secundar sus criterios;
eso es chantaje, falta de recursos e ideas que contrastar de frente, con claridad.
Nadie es insustituible. Los
españoles eligieron a los partidos políticos que desearon, formados por personas mortales y que,
pese a quien pese, no tienen ni cuernos ni rabos como demonios, siendo iguales
al resto de los que desean lo mejor para España, por mucho que ronde por sus
caletres discrepantes maneras de conseguirlos o haya malos sujetos ocultando
espurios objetivos. Hasta hoy, hemos
visto a muchos políticos y no políticos medrar vistiendo corbata y robar como
cosacos; los mismos que nos advierten que los santos no peinan rastras o nos auguran el caos. La cuestión es clara: mandar, gobernar, es
ganar y, en muchos casos, tener las manos libres para hacer y deshacer e,
incluso, para seguir robando. Otros argumentos no se sostienen, lo mismo que no
apagará el fuego un incendiario.
Podemos y Ciudadanos fueron votados para cambiar la sociedad del PSOE y
la del PP y no dejarla afín a la que estaba. Dos partidos, especialmente el
primero cuyos dirigentes son diablos encarnados,
surgidos desde la indignación para sustituir a los existentes que, gobernando
desde la Transición, fueron consentidores, sobretodo en mayorías feroces, con
la corrupción, el robo y el expolio: el PSOE fue condenado y al PP le falta
bien poco. Socialistas y Populares han
dilapidado parte de la credibilidad que la ciudadanía tenía en los políticos depositada,
arrogándose privilegios, diferencias injustificadas
a las del resto de ciudadanos, aforándose, por ejemplo, para tratar de ser
impunes ante la Ley que debe ser igual para todos.
Hoy (como antaño) la clase política que divide a la gente, y no al
contrario, se enfrenta a una encrucijada que ha de resolver. No llegar a
entenderse responderá, sin duda, a una manera partidista de actuar interesada, al margen
de lo que conviene a España. La insidia ha de ser derrotada.
El PP, a través de Rajoy, al que
veo acabado después de haber renunciado a formar gobierno, habla de la
incertidumbre que se originará si determinadas fuerzas se aúnan. Hablan de la
escasa o nula estabilidad que España disfrutará, de la no confianza de los
inversores o de los desastres que se avecinan; sin embargo, nada dicen de la
voluntad de los votantes, ni por qué al PP nadie entiende ni quieren hablar
con ellos. El PSOE, nunca en horas tan bajas, se ha venido arriba gozando, a
través de Pedro Sánchez, del encargo de formar gobierno, una certidumbre semejante a la incertidumbre que el Partido Popular
augura, que se presenta como una oportunidad única para aupar a un líder
cuestionado, incluso, por los suyos.
Espero Decencia de quien gobierne de cara a los ciudadanos, sin trampas ni
engaños, y denuncien la insidia y la calumnia; dando libertad y seguridad a la
gente con igualdad y justicia. Que valore la honorabilidad, la transparencia,
la rentabilidad, potenciando el esfuerzo
frente a especuladores y mercados; sin justificar lo injustificable y dando
ejemplo a la sociedad con su conducta. La
mayoría de las veces resulta más fácil hacer las cosas bien que hacerlas mal.
No hay comentarios:
Publicar un comentario