No es de ahora, es desde siempre. Los españoles estamos divididos
ideológicamente como las aguas del mar por sus mareas o tirando de una cuerda
en direcciones contrarias y ello, sin duda, es algo estupendo, porque de no ser
así, todo sería aburrido, sin contrastes ni brillos y, tal vez, la curiosidad se
nos apagaría y la iniciativa la habríamos perdido; sin embargo, para entendernos, necesitamos de una política
y confiar en un partido que, lógicamente, a todos no puede contentar porque, únicamente,
representa una sola propensión.
¿Sería imprescindible, para complacer a mayor parte de la gente, confluir
las propuestas de varios partidos en una acción de gobierno?
Lamento equivocarme, pero no agradaría ni a unos, ni a otros; todos se verían no identificados
con sus opuestas medidas, por mucho
que se esté convencido y dispuesto a
entenderse con el que piensa de otro modo.
¿Cabría, pues, la posibilidad de que se votarán programas, fórmulas,
soluciones para dar fin a los problemas y la forma de llevarlos a cabo en lugar
de elegir a un partido? ¿Por qué no? Después se vería quién los ha
presentado y quién estaría dispuesto a llevarlos a cabo. “La esencia de las cosas no está en la técnica sino en el planteamiento
que es donde palpita el poder creador; en éste, no en aquél, hay que buscar la
verdad o el error de los resultados”, que diría Marañón”.
Reynaldo Tendero escribió 5 Fórmulas para el bienestar de España,
independiente a las ideologías, observando los principales problemas de este
país (desempleo, corrupción, economía,
desigualdades…) para repararlos como se sana a un enfermo, considerando
múltiples aspectos y otras palabras de Marañón: “No se puede caminar en dos direcciones distintas; pero la gracia de la
vida es poder ir a donde tiene que irse por diferentes caminos. Por el arte (y
la política lo es) se va al mismo sitio,
a la verdad; además, lo que importa es el camino, el fin siempre es un sueño,
quizá el verdadero nunca llega”
Y el librito nos indica cómo crear el pleno empleo y cómo el paro se
quita. Y si la huelga es la defensa
para los trabajadores, el despido libre y
la cuantificación de sus costes lo han de ser para las empresas; sin
olvidarse del beneficio y los derechos de los inversores que aportan capital.
Y, por supuesto, no dejar al margen a la Administración que, además, de regular
el mercado laboral, ha de normalizar los impuestos para que los
contribuyentes con menos ingresos dejen de pagar más que las grandes fortunas, limitando
las rentas hasta enfriar los abusos, moderar las codicias y hacer que las
diferencias sociales no aumenten; apaciguar los mercados monetarios y financieros erradicando el dinero físico
de la circulación que deje huellas a la corrupción, no permitiéndose déficit
alguno, salvo catástrofes y separando el tráfico comercial básico del meramente
especulativo, así como otros aspectos tendentes,
en definitiva, a regenerar la vida de la gente y del medio ambiente.
Hubiera deseado, como escribí en
este blog, que Podemos y Ciudadanos
hubieran vendido su Acuerdo para gobernar con el partido mayoritario que lo
comprara: si lo hiciera el PSOE con
Podemos; si el PP con Ciudadanos, porque la verdadera política del
bienestar para todos no tiene un solo signo, ni una sola dirección, sino trazos
y andaduras de unos y de otros. Hoy, aún, nada existe que sea indiscutiblemente
importante, ni nada que deje de tener importancia, al igual que nadie es
insustituible ni descartable, ya que el
fin no justifica los medios, sino al revés. Téngase en cuenta, que aunque, como diría Marañón, el fin siempre es un sueño, éste, en contra
de su opinión, no es un horizonte y puede alcanzarse.
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