Hace mucho tiempo que soy
consciente de la importancia que tienen las palabras, también sé que son
pronunciadas, en la gran mayoría de los casos, de forma interesada y poco
inocente. Nada mejor que recordar las numerosas cruces de mármol o granito que
hay en nuestra España. “Caídos por Dios y por España” y una lista de nombres sesgada.
Lo que entonces no sabía es que era pura falacia, publicidad franquista, pésimas realidades de las que estoy curado de espanto. Los que murieron en guerra tan incivil y miserable
fueron unos y otros, no solo una parte. Todos españoles con diferentes
creencias y principios. Desde que comprendí esto, dejé de creer en ese Dios
(con el que la Iglesia nos engaña) y en la Patria (ensalzada con política que agravia).
Las noticias publicadas del
F.M.I. (Fondo Monetario Internacional) a muchos han llenado de alegría
satisfaciendo su ego, sacando pecho de una política macro-económica
que sólo sirve para anotar una positiva tendencia, en unos libros contables que igual se
borran, pero no para unos hombres de carne y hueso que trabajando no les llega
para comer, para unas personas físicas que tienen que emigrar, depender de sus
mayores o continuar en el desempleo más deplorable y mezquino que tenemos, dada
la diferencia abismal entre los que tienen y los que carecen. El F.M.I.,
no es fiable, como quien levantó “la Cruz de los caídos” en nuestros pueblos.
El FMI es tendencioso y no vive el día a día en nuestras plazas, ni sabe lo que
es la necesidad. Conviene que nos digan los éxitos de sus gestiones,
encaminadas entre otras a evitar el hambre y las diferencias sociales del mundo.No para pagar altísimos sueldos a
sus funcionarios o elegir como presidentes, por los determinados partidos
políticos, a presuntos bandidos: Lagarde, Rato o Dominique Straus Kank (DSK).
Y, por si fuera poco, la fórmula indicada para recaudar en España más, la han
debido pensar exageradamente devanándose los sesos y no dormir hasta dar con ella:
elevar el IVA. ¿No habría otro impuesto más fácil? A la primera un parvulario
hubiera dado en el clavo. Sin embargo, las palabras del FMI a todos impresionan. “Palabra
de fe”. Eso es, palabra de fe, en la que ya no creo.
Podían haber imaginado cómo
limitar las rentas. Establecer un impuesto del cien por cien para aquéllasque al año superen (por ejemplo) los doce millones de euros, donde las
inversiones productivas y los dividendos estén exentos, las transacciones de
los mercados especulativos se incrementen con una comisión para las arcas
públicas en un porcentaje del cero y
medio por ciento, la prostitución se regule y tribute, las drogas se vendan en
farmacias, se arrincone a las empresas offshore y a los Paraísos fiscales… Pero
no. Súbase el Impuesto de valor añadido que todo hijo de vecino paga.
Existen tantos organismos que
todos pagamos para satisfacer a políticos, enchufados y gente no necesitada,
que desconfió a tope, incluso, a veces, soy un escéptico de las ONG que los
Estados permiten cuando ellos son los que debían remediar tantos males, si no,
al menos, canalizar las donaciones. Dilapidamos excesivo dineros que no
tenemos. Arruinamos el planeta expoliando primeras materias, contaminando, tan
sólo, por elevar los beneficios de empresas cuyos dirigentes son parte de esa
gente no necesitada que ve todo de color de rosa y olvida al niño que alimenta
a un enjambre de moscas con sus mocos presentándonoslo como reclamo.
Lamento y pido disculpas a
quienes mis palabras (escritas en este caso) ofenda. Mi verdad no tiene más
significado que sacar la rabia fuera y expresar un sentimiento, aunque lo haga
burdamente ¡Pero hay tantas cosas que se pueden hacer y no se hacen! Y más
todavía, cuando la mayoría de la gente es buena y estoicamente soporta una
corrupción de desalmados.
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