El axioma de que las cosas perduran se da cuando éstas, independiente de
cómo o de quién parta su iniciativa, son aceptadas por la mayor parte de la
población, hasta el extremo de considerarlas suyas. Excepción a la regla
expuesta se puede considerar la obligación que la madre impone a su hijo menor
de edad por razones muy diversas, especialmente, por la falta de experiencia.
Nuestros políticos (y más si
tienen mayoría) ignoran tal axioma y tratan de establecer sus ideas a costa de
lo que sea. De ninguna manera podemos disculparlos si el proyecto es burdo,
tendencioso o simplemente irrealizable y, por supuesto, ha de ser objeto de
castigo si lo llevan a término. Y, al revés, si honradamente piensan que es lo
mejor para la gente y dan razones claras para emprenderlo, pues a casi todos nos
pasa que, pensando nos asiste la razón, actuamos con cualquier cuestión o
propuesta, tratando de imponer nuestros criterios.
Sigo pensando que se sabe y, seguro, que estaríamos de acuerdo, en lo
que es mejor para la gente, pero discrepamos en la forma de hacerlo. Por
ello, continúo escribiendo que, fijado lo primero, un grupo de hombres sabios
(madres incluidas) deberían reunirse y confeccionar el plan más apropiado para
llegar al objetivo de bienestar que se quiere. Una vez superadas las
dificultades de consensos, las diversas posibilidades, los grupos de presión… y
ultimado el texto, entrarían en liza los políticos, las asociaciones, todos
cuantos estuvieran dispuestos en llevarlo a término, haciendo campaña
expandiendo sus ideas de cómo, cuándo y por dónde caminar para ir realizando el
plan preconcebido y convertirse en Gobierno. Y surgirían líderes y grupos de
animadores, responsables de sus actuaciones y bien pagados con los impuestos,
para ser elegidos con el voto popular. Mientras eso o algo parecido llega,
tratando de remediar males importantes (paro, pobreza, desigualdad)
persisto en aportar alguna sugerencia, desde
los elementales principios de Honorabilidad, Trasparencia y Rentabilidad:
De abajo a arriba, desde cada uno de los ayuntamientos, desde el nivel
político más próximo a la gente, hay que olvidarse de obras faraónicas e
inservibles y dedicar dinero y esfuerzos para el bien general del pueblo:
Ocupando a los parados. Un
trabajo remunerado (del que hemos escrito hasta la saciedad en este blog)
que “les proporcione medio pan y un libro para alimentar a cuerpo y espíritu”.
Que se sepa que lo que no cuesta no se valora y por tanto nada ha de regalarse.
Una renta básica que ha de ganarse (si se quiere) trabajando en pro de
dependientes, minusválidos, obras prácticas, sociales…
Optimizando recursos. Creando
bienestar al pueblo mediante el aprovechamiento y transformación de las
energías limpias como el sol, el aire, el medio ambiente… Posiblemente se
puedan montar paneles solares con los que abaratar o anular el coste de la luz de las calles y
plazas, de los organismos y dependencias públicas, de las fiestas de las
ciudades. Molinos de viento o saltos de agua, pozos, depuradoras, jardines… que
autoabastezcan las necesidades de la localidad. Crear el dinero social
ante emergencias sociales por las que el propio municipio, a través del
ayuntamiento u oficinas al respecto, además de convertirse en el regulador del
mercado laboral, antes apuntado, se convierta en banco de emitir dinero y, como
tal, preste (que no regale) dicho dinero
social para determinados fines, condiciones y plazos. Crear muchas más cosas para las que habrá voluntarios deseosos de
abolir el paro, los abusos comerciales, la caridad de pedir limosna, a los políticos
compulsivos, cínicos y mentirosos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario