Hoy el Partido Popular gobierna
España y muchos de nosotros tratamos de darnos una explicación después de haber
salido a la luz pública innumerables casos de corrupción individual y
organizada relacionados con el mismo. El Partido Popular fue, y puede que
continúe siéndolo, el partido más votado. Y me pregunto: ¿cuántos robos,
estafas, sobornos, favores, malversaciones de contratos sin nula responsabilidad
y engaños necesitan sus votantes para retirarles su confianza? Votar a quien delinque es entender que él
también lo puede hacer. No obstante, que nadie merme sus méritos: ganar las
elecciones no es fácil. Sin embargo, la estrategia del P.P. ha sido, en primer
lugar, negar por norma cualquier asunto turbio destapado. Crear la duda, manifestar
que los demás también lo hacen, enfriar el tema y no volver hablar de lo mismo,
forma parte de su singularidad. Sólo
hasta que el bebé nazca, no aceptarán que la gestante estuvo embarazada y, para
entonces, ¿qué importancia tiene? Conviene
no olvidar (pese a que negarlo se encargan sus voceros) que el Partido Popular
es un partido populista prometiendo lo que no cumple y lo que no puede cumplir,
pronosticando siempre en su favor, silenciando lo que le perjudica y diciendo a
la gente lo que la gente quiere oír. Un
partido populista organizado como una sociedad anónima sin que nada se anteponga
a los fines que persigue. Y así podemos oír cada mes, cada semana, cada día
a sus miembros hablar de forma semejante, sin salirse del guión establecido,
respetando la orden de servicio acordada por su junta directiva. Con todo ello
y a base de repetir y repetir lo mismo (como si de un mantra o liturgia se
tratara) están consiguiendo introducir entre la población idearios políticos por
los cuales sin el gobierno del Partido Popular, España iría al caos o salir de
una crisis sería imposible.
Consolidación, estabilidad, garantía… son algunas de sus palabras fetiches
aunque ignoren las relativas a libertad, igualdad, solidaridad, protección…
La gente considera que el Partido
Popular es un partido pragmático y con ello se proporciona un plus de confianza
respecto a las promesas con las que nos bombardea. Pero cuando sus
incumplimientos llegan y son un hecho, ya no ha lugar a rectificación alguna. Sus
palabras atractivas para el hombre de la calle se tornaron en acciones
engañosas y tratan de enmendarlas confundiéndonos con excusas, malas intenciones
y mucha cara. Si a eso añadimos que sus
oponentes los imitan no hablando claro, sin pedir perdón y el poder les subyuga
de igual manera, la mezcolanza cautiva el voto hacía el P.P. Un P.P. incapaz
de condenar el régimen de donde provienen dado que les restaría credibilidad. En definitiva, la estrategia del P.P. consiste
en manipular nuestra opinión, la opinión pública, enarbolando la bandera
patriótica nacional de la desinformación y el desconocimiento. Algo parecido al
régimen anterior de infausta memoria.
Hoy el Estado, formado dirigido
por el Partido Popular, está dejando morir de hambre, frío y abandono al
desvalido; esquilma a pobres que pasan a ser más pobres y roban sin tapujos a
una clase media que va camino de ser atrapada en el pozo de la pobreza y sólo por
beneficiar a empresas poderosas, a instituciones y ricos amigos y a herederos
que mañana puedan volver a votarlos, dentro
del círculo mágico de favorece para ser favorecido. Nada que ver con la idea que
tengo de un poder aislado, sometido al severo control que se ejerce a un
delincuente. El Partido Popular gusta de estar en el candelero de la noticia,
sabedor que no hay estadísticas indicadoras del número de víctimas y la
cantidad de problemas humanos que causan sus políticas, toda vez que ningún
miembro importante de su partido está afectado por la crisis, el paro o el
hambre. Sus máximos dirigentes sueñan con la mentira qué decir al día siguiente
y cómo engañar a unos tontos de baba que, pese a todo, no se cuestionan su
voto.
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