Nunca pensé que el ideal de un
partido político (y menos de izquierdas) pudiera ser la independencia, salvo
que, bajo leyes injustas, la población estuviese sometida. La gente aspira al
bienestar al margen de la democracia que los gobierne. Unos, desearán la
iniciativa privada, otros, su ausencia, pero jamás permitirán que ambas
tendencias abracen una bandera para justificar su ineficacia. Nunca pensé pues,
que por tal independentismo se pudieran unir agua y aceite para formar “la
república catalana”. Los hechos, superiores a palabras e ideas, nos muestran
cinismos semejantes; unos, cerrando los ojos a su corrupción y otros, al igual
que en 1980 auparon a la presidencia de la Generalidad a Jordi Pujol, compinchándose
en un gobierno de derechas, dando la espalda al deseo de concordia y prosperidad
necesarios para la gente.
Antes de continuar con mi asombro,
manifestaré, sin embargo, que: 1.- No soy partidario de ningún sistema social
(económico y político) en exclusiva, aún menos de un determinado partido
político, sino de aquellos puntos, apartados o fórmulas que, vengan de donde
vengan, sean de quien sean, en definitiva, velen por el interés de los seres
vivos, en especial de los humanos, y el medio ambiente. 2.- Es preciso destacar,
que no existe provecho alguno para el hombre en la independencia catalana,
separando territorios que pueden dar lugar pugnas, muros, contingentes,
privación de libertad de movimientos y demás suertes alejadas de un mundo común
solidario e igual para todos. Doctrina esta de gente interesada en aprovecharse
con la división, la diferencia, la comparación, el egoísmo, la desgracia ajena.
Nunca podrá ser un modelo de gente de bien, incrédula con las milongas que
algunos prometen y que, no siendo ignorantes, tienen coraje para no temer a los
salvadores de patrias inventadas, ya que la única patria existente es nuestra infancia.
3.- No me importa, ni estoy interesado en saber quién se atribuye como propios
los valores con los que comulgo: a) la vida, sin la cual nada tendría sentido. b)
La libertad propia que respeta, por supuesto, la libertad ajena. c) La igualdad
que significa tener las mismas posibilidades o “igualdad de oportunidades”,
seas de donde seas, negro o blanco, creyente o incrédulo. d) La propiedad privada,
pero sólo hasta que el titular viva, ya que con la muerte todo debe de
desaparecer: bienes y derechos, obligaciones y delitos. e) Que el esfuerzo del trabajo
(derecho y obligación) permita ganarse peor o mejor la vida y, en última instancia,
que el Estado lo proporcione. f) La contribución al bienestar general en
proporción a los beneficios recibidos de esta sociedad aleatoria, en la que el
azar es determinante, ha de equilibrarnos y, sobre todo, hacernos partir y
caminar desde el mismo punto de salida. 4.- Estoy interesado en destacar que la
corrupción es un mal generalizado que ha hundido civilizaciones, pueblos con
historia, hombres que se consideraban insobornables, por lo que el control, la
vigilancia y el rendimiento de cuentas ha de agudizarse sobre aquellos que
están en puestos públicos y su entorno, cuyas decisiones puede causar un
profundo pesar en la gente. 5.- Por último, considerar que cada cual tiene la
potestad de creer, pensar, actuar como quiera y le venga en gana ¡faltaría más!
pero no por ello un servidor dejará de asombrarse y cuestionar contrariedades
que estime conveniente como el independentismo. Es más, se apena y entristece,
goza y se alegra elucubrando lo que está por llegar, toda vez que “la
procreación de ideas es más bella que la realización de las mismas” y supera
con creces a la imaginación.
Concluiré diciendo que la
globalidad, con acelerones y paradas, será un hecho incuestionable que la
tecnología pondrá a nuestro alcance. Deberíamos, por tanto, adelantarnos e ir
asegurando la estabilidad del hombre, que no sea víctima de la codicia de
algunos pocos.
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