“Ni la unidad de España ni la
independencia de Catalunya valen una imagen de violencia”.
Los tiempos de la tiranía y la
imposición representados por las fuerzas de las monarquías, dictaduras y
religiones pasaron ya. Es hora de dar la voz al pueblo sin violencia, sin renunciar
a que cada cual piense y sienta lo que quiera, lo que su conciencia dicte,
siempre y cuando mantenga el adecuado respeto a los demás, tolere ideas,
creencias y formas de expresión distintas que puedan ser rebatidas.
Deseo que estas líneas, hoy ocho
de noviembre de 2019, se lean sin que en ellas puedan ver mis lógicas tendencias
políticas (sociales y económicas) y sea creíble, objetivo e interesado en el
bien general de España y su gente, aunque algunas manifestaciones formen parte
del ideario de algún partido.
Previamente he de decir que, tras
la muerte del dictador Franco, creo que el espíritu de nuestra Transición, guste o no o se invoque que
el ejército u otras fuerzas malignas condicionaron su resultado, fue modélico,
ejemplar y reconocido meritoriamente por todas las naciones democráticas. Hoy,
desde hace un tiempo, debido a muchas circunstancias prolijas de enunciar, se
ha denostado quitándose la importancia que merece, hasta el extremo de que son
muchas las voces que claman por otra nueva Transición
que, a mi juicio, no corresponde.
El Parlamento que de las urnas
salga elegido, dará luz verde al Gobierno para que lleve a cabo lo siguiente:
1- Perdonar.
Perdonar no significa humillación (“quien se humilla será ensalzado”) sino todo
lo contrario: exaltación, honra para quien lo otorga. Quien perdona encontrará
compasión. Quien responde con odio con odio será respondido. La violencia
engendra violencia. Un círculo inmemorial que convendría cortar.
Los políticos presos y juzgados
culpables al acometer el incumplimiento de la ley a sabiendas, atribuyéndose
atribuciones políticas que no le correspondían decidiendo algo que no solo a
ellos, sino a todos los habitantes, compete y cuyas consecuencias podrían ser
tan graves como la división del territorio de España, las luchas entre sus
hombres y pese a granjearse las más abyectas simpatías, pese a todo, deberían
de ser perdonados.
2- Modificar.
En compensación y a fin de evitar acciones de oprobio, discriminación,
supremacía de unos sobre otros, escasez democrática, aliento al desorden… que
se han dado en Cataluña y pueden darse en otras partes de España, se hará una
reforma en profundidad de educación desde la guardería, que acometerá la
práctica oficial y real con los mismos libros de texto e idioma único en todas
las comunidades. Hay que mantener y potenciar la diversidad que nos enriquece y no la de tiempos pasados que nos embrutece
mostrándonos sentimientos tribales.
Aprovecho ya para sugerir modificar aspectos autonómicos a
fin de optimizar recursos creando centrales de compras o anulando e imitando competencias
transferidas que su uso demostró ser nocivo
u optimo respectivamente. También que el Senado sea arbitro de tales
oscilaciones y de otras cuestiones que merecería la pena arreglar.
Necesitamos de un Gobierno de ciudadanos
libres, no subyugados ni dirigidos por entes e intereses que lo domine y que
sea consecuente con que un país no progresará (ni se vivirá bien) si su gente o
parte de ella está condenada a enfrentarse a vivir con rencores y odios,
rencillas y dolores sin reparar, aunque tal reparación exija algo a cambio.
“Vivir es convivir. La vida de cada mortal es
absolutamente individual, pero en ella se encuentran inexorablemente los otros.
Sociedad, sin embargo, significa algo muy distinto de masa, mera yuxtaposición
de hombres anónimos que ahogan su soledad juntos, sin unirse realmente”.
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