Mi objetivo es vender mis escritos
igual que el de otros es vender su género. Una meta loable y digna que deseo
alcanzar con todas mis fuerzas. Un afán que procuro lograr transmitiendo hechos,
historias y pensamientos que entretengan y disfruten a los demás. Sin embargo,
pese a que en ello vuelque mis mejores intenciones, aporte mi sacrificio,
constancia, dedicación y mis novelas gocen de buenas críticas, no lo consigo.
He llegado, por tanto, a convencerme de que para que la gente los lea he de
darme a conocer o hacerme famoso, lo que supone acometer algún tipo de acción
apoteósica de enorme trascendencia o
provocar algo, sea lo que sea, que llame
la atención para que así suceda.
Lo que importa en realidad es lo
que siento, no la actividad a la que me dedico por muy significativa que sea y
me proporcione la subsistencia adecuada, ya que no colma mis sueños. Es el arte
que amo lo único que puede facilitarme la plena y absoluta satisfacción
lanzándome hacía el triunfo y el esplendor. No digamos de los muchos que pintan, bailan, hacen música y practican
artes con las que, para su desgracia, no pueden ganarse la vida y subsistir
dignamente manteniéndose en el anonimato
cuando existen otros artistas iguales e, incluso inferiores, que son famosos izados por la publicidad u otros medios
espurios.
Tal vez sean mis sentimientos los
que me obsesionan y hagan enloquecer mis pasiones. Pero pretendo acabar con lo
que considero una injusticia y he convencido a otros tantos como yo, para pasar
a la acción y dejar de ser desconocidos, irrelevantes y dependientes de esos
otros artistas que se creen superiores porque manejan el gobierno de la
organización a las que todos pertenecemos: seremos soberanos e independientes,
ajenos a sus antojos y prioridades.
Provocaremos, como he citado, acciones violentas con proyección internacional que
nos distingan: saquear establecimientos, incendiar contenedores con los que
levantar barricadas, cortar carreteras, vías de tren, aeropuertos, impedir que
la gente estudie o trabaje, causar el pánico en un estadio u otras acciones
incontroladas cuyas noticias trasciendan
e impacten en la opinión pública para presionar a los que nos someten y nos
permitan, únicamente a nosotros, el derecho a decidir sobre algo que es de
todos.
¿Qué importa el camino elegido si
obtenemos lo que nos hemos propuesto? ¿Cualquier cosa que hagamos merecerá la
pena por conseguir nuestros objetivos?
¡Qué lamentable error! Catalanes,
catalanufos, andaluces, charnegos, artistas.
¿Se crucificó a Cristo para que
el cristianismo triunfara? ¿Alemania causó la mayor guerra conocida para que
Hitler y el fascismo vivieran en la memoria de toda la humanidad?
Miles, millones de seguidores también
pueden estar equivocados y, eso sí, en ambos ejemplos, los muertos fueron
numerosos e incalculables, porque cuando el sentimiento (adquirido de forma
inconsciente) prevalece a la razón (aprendida por el saber y el sentido común)
no hay armas que detengan los
fanatismos. Las Guerras Santas y bélicas aún prevalecen con sus idearios
y líderes a la cabeza, con los adoctrinamientos patrios originados por
simples chispas o falacias inocentes
que claman justicia en defensa de interese personales o partidistas.
Los muros y las fronteras no se crean para la independencia
(una entelequia) sino para enfrentar a la gente de bien que no les importa
quién los gobierne si lo hacen con bondad,
justicia y respeta la libertad de todos. Eso sí, el fin, no siempre
justifica los medios.
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