Para que exista la democracia, no
hay duda: la ley ha de ser respetada.
Todos sabemos que la Constitución
la hemos de respetar y prevé los medios y formas para que unos y otros,
independentistas y republicanos, logren sus objetivos, pero en ninguna de sus
líneas dice que los votos de los diputados sean distintos. Y si todos son igual
de legales y validos, ¿por qué entonces para la formación de Gobierno, tan
necesaria a estas alturas después de tanto tiempo, algunos osan criticar,
desprestigiar, deslegitimar la validez de los votos separatistas, comunistas o
fascistas? Permitan que en España haya intenciones y pensamientos diferentes y
dejen de anunciar calamidades teniendo fe en la Constitución que es de todos y
para todos. Modifíquenla como está previsto, dejen de vociferar y de meter
miedo. Solo las dictaduras prohíben, coartan, reprimen, abusan de su poder y
desean el pensamiento único.
Estaremos todos de acuerdo en
que, desde que se instauró en España el Sistema democrático, con mayor o menor
intensidad, con mejor o peor calidad y acierto, las leyes se han tenido que
cumplir y, en su caso, adecuar por los cauces previstos. Nos guste o no, eso es
lo correcto.
A través de la fuerza también se ejerce
convertir el Estado en otras formas de gobierno. La rebelión, revolución, anarquía,
golpe de estado, alta traición, sedición, desobediencia, pueden hacer que un país
cambie de régimen o sistema político. Las manifestaciones, huelgas y más
raramente la desobediencia civil, suelen darse cuando la ley brilla por su ausencia
o esta se aplica de manera injusta a
juicio de la ciudadanía y, por lo general, sólo es posible en un país democrático.
La autodeterminación se da en pueblos sometidos, subyugados o tiranizados por otros
pueblos más poderosos.
En España saltarse la
Constitución implica responsabilidades que nadie ignora y, más aún, los mandatarios
encargados de su formulación. Una mayoría de representantes del Parlamento catalán lo hicieron para independizarse
y separar la comunidad del Estado al que pertenece.
Responsabilidades han tener igualmente
los miembros del Gobierno de Cataluña que, presuntamente, no solo permitieron si
no que incitaron al ciudadano a manifestarse con violencia para sembrar el caos
y la barbarie con sus consiguientes costes materiales (cierre de comercios y
transportes, barricadas y fuegos de contenedores, daños físicos y morales a
personas, imágenes al exterior de desordenes fascistas para hundir el turismo y la inversión), además de una descarada
hipocresía ordenando arremeter contra los mismos a los que animaron a
provocarlo, poniendo en grave riesgo a las fuerzas del orden público que todos
pagamos con nuestros impuestos para que nos protejan. No hay peor castigo para
determinadas personas (y más siendo catalanes) que retraerlos el dinero del
valor de todo cuanto han deteriorado. Pero no, los políticos y ciertos
energúmenos seguidores de estos se irán de rositas sin que se lo detraigan de
sus cuentas o nóminas, porque aquí solo pagan los de siempre, mientras otros
gozan de impunidad y altos sueldos: Vergüenza ajena me da.
También me indigna que los
Partidos Políticos velen solo por sus intereses y no por el general de España
del que tanto alardean. Entiendo, sí, a los independentistas porque van de
cara, como lo hicieron saltándose las leyes de todos por las que, como he
manifestado, han de responder; pero no acierto a comprender los insultos,
descalificaciones, superioridades de los miembros unos partidos sobre otros:
todos tienen iguales derechos. Tengamos la fiesta en paz.
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