“Un pueblo maltratado y sin
libertad es Cataluña”.
Ante tal afirmación, expresada por algunos políticos,
dirigentes de esa minúscula parte del planeta, no me queda otra que
preguntarme: ¿Es Cataluña un pueblo maltratado y sin libertad?
No lo creo. Sería lamentable que
tal posibilidad pudiera ser verdadera. Al contrario, su desarrollo autonómico y
auge económicos así lo corroboran. Por tanto, sencillamente, me parece
bochornosa tal aseveración.
¿Quién o quiénes maltratan y
privan de libertad a un pueblo tan significativo?
España, de la que Cataluña forma
parte, al parecer, es su opresor. Hay gente, pues, que escupe para arriba sin
saber que la saliva le puede caer. Gente identificada con separarse de España
sin intuir, afortunadamente, lo que es la guerra, la pobreza, la tiranía… una
vez la dictadura acabó en España.
Muchos de los que así hablan
emigraron de otras tierras hasta Cataluña huyendo de penalidades y desgracias, buscando
el bienestar del que carecían. De no haberlo encontrado hubieran vuelto a
emigrar y seguirían intentando remediar su situación como la mayoría de la
gente de los pueblos dominados.
La emigración moriría si las
guerras, las miserias, los yugos de los pueblos no existieran.
Solo los ricos desean aislarse,
independizarse de los pobres, imaginando que la penuria se pega y es contagiosa.
Y una gran parte de los habitantes del pueblo de Cataluña, llenas de fantasías sus cabezas, lo creen o así se lo han hecho
creer ciertos segregacionistas en los que abunda la vanidad, el odio, el inconformismo, el desprecio...
Hay gente, sin embargo, que no
sabe de sus orígenes y ni hacía dónde quiere ir y, además, ignora que la
dirección del planeta se encamina en favor de corriente y no en contra. La
humanidad se dirige en democracia hacia un mundo global, abierto y sin
fronteras, donde todos los hombres puedan gozar de los mismos privilegios y
solidarizarse con las dificultades que surjan. Nadie podrá encerrarse en una
esfera de cristal. Ni habrá un pueblo elegido, independiente, único o auto-suficiente.
La autodeterminación no será posible, porque la ley que nos demos será de
obligado cumplimiento para todos, sin que dictadores, absolutistas o radicales
puedan arbitrariamente cambiarla. Entonces, solo habrá un pueblo: La Tierra.
Acuden a mi memoria personajes y
profetas, naciones e imperios, dioses y héroes de barro que el tiempo secó para
que los recordemos. ¿Dónde están? Caídos o fenecidos. Desaparecidos o
consagrados. Los hombres caminan hacia adelante, incomprensible es hacerlo hacía
atrás, aunque por desgracia suceda al albur de quien se salta la ley y dice ser
inocente. Tal vez, hay hombres que roban para dar de comer al hambriento. ¿No
habrá otra forma de cubrir tal necesidad? ¿Otra manera o denuncia para
conseguirlo sin saltarse la ley?
Maldito sea el orgullo humano,
procreador de sueños de gloria y grandeza, que acomete empresas temerarias sin
reparar en sus consecuencias; sin valorar que sentimientos e identidades, la
mayoría de las veces, no se corresponden con el raciocinio por lograrlos.
Hombres sin escrúpulos que gobiernan con lenguas viperinas de serpientes, malditos
seáis si vuestro miedo de cobayas os
impide reconocer la culpa e imprudencia con la que actuasteis.
No hay comentarios:
Publicar un comentario