¡Qué impotencia escuchar las
insultantes palabras de nuestros representantes!
Más parecen gorrinos
hambrientos berreando por salir de su cuadra a conseguir comida, que políticos
dignos de un pueblo civilizado y democrático tratando de lograr el poder.
Alguien que necesita del
insulto, de señalar lo que fue o dejó de ser el padre de un oponente, de enervar a la atenta población que votó o no a su partido, es lo mismo que una
serpiente venenosa, de colmillos afilados, dispuesta a engullir su presa ante
los estoicos espectadores que la contemplan. Una víbora merecedora de estar en una jaula
encerrada por el peligro que constituyen sus letales palabras, más violentas
que el coronavirus.
Ni cerdos, ni serpientes,
necesita las Cortes.
¿Alguno de los allí sentados
sabe lo que es el Respeto?
Sería un gran acontecimiento
cerebral que los políticos lo supieran.
Lo que sucede no es nuevo. Improperios,
descalificaciones, temeridades, es el pan de cada día.
Ignoran, sin duda, que el
respeto es una defensa creada por el alma para preservar el cuerpo de uno y el
de los demás.
Pero no, prefieren campar
por sus respetos, que no es lo mismo, tratando de conseguir lo que más les
preocupa: los votos.
Y así nos va a los españoles
con su ejemplo.
Gente aburrida, tratando de
redimir a los españoles con sus fracasos. Incapaces de sembrar esperanzas con
sus vulgares e insustanciales discursos. Saben prometer y vaticinar lo que sus
seguidores y estómagos agradecidos desean oír. Vivas a la Patria que nadie
puede rechazar. Vivas a la vida maravillosa que les pertenece. Pero el respeto
brilla por su ausencia.
Una pandemia como la que
estamos atravesando sería suficiente para que todos a una aportaran su saber;
sin embargo, o no saben nada, que es lo más posible; o su ambición por mandar
es de tal magnitud, que ven la miel en su labios o, al menos, se la imaginan.
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