¡Qué difícil resulta cambiar de ideología, de religión!
Y, más aún, si la religión e ideología forman parte de
uno mismo o de su entorno. Las costumbres adquiridas desde niño, “lo mamado” (clima,
educación, creencia…) es tan adherente como son los genes heredados.
Hoy en día se habla más de política y menos de
religión, pero a mi juicio, prácticamente, vienen a ser lo mismo. Ambas
doctrinas forman parte de la identidad de cada uno de nosotros. Normas,
compromisos, actividades… establecidas en los estatutos o en los catecismos se
corresponden, parcial o en su conjunto, a las ideas que cada cual lleva en su
interior; solo las diferencias entre afiliados y simpatizantes, entre
religiosos y seglares (practicantes o no) son las que nos distinguen.
Los órganos de dirección de afiliados y religiosos emprenden
pautas y promesas en beneficio de sus organizaciones y en aras a conseguir un
mayor número de adeptos. Provocan, para ello, enfrentamientos entre los fans y
laicos de unas y otras agrupaciones políticas y creencias religiosas.
La vocación arrastra a una persona a la política o a
la religión, pero no a ser profesional de las mismas. No obstante, aunque no
exista profesión alguna que lo acredite, hay inmensidad de políticos y religiosos
“profesionales” de lo que viven
durante toda su vida. Los conocimientos que tengan son un añadido y carecen de
valor porque la importancia vital es conocer los reglamentos y dogmas o, lo que
es lo mismo, seguir las instrucciones que, en cada momento, surjan de arriba.
Además los hay que, desde sus poltronas, obtienen buenos “oficios” para familiares y amigos, para fieles trepadores,
cortesanos y palmeros, gocen o no de vocación o saber, hayan sudado o no la
camiseta: basta con mostrar gratitud y corresponder, en su caso, cuando llegue
la ocasión.
Hay políticos y religiosos que tiran con pólvora
ajena. Despilfarran el dinero como algunos ciudadanos arrojan la basura: sin
responsabilidad e incívicamente. Son arte y parte de los problemas. Patronos y
obreros estipulando sus propios cometidos, sus propios sueldos: cuestiones
educacionales (*) que convendría valorar por la gente que los vota y elige.
No hay religión ni partido político que sea
imprescindible. Al parecer, se dice, que sin tales organismos la humanidad no podría
vivir; sin embargo, cualquier humano es prescindible y, por ellos, la sociedad
fue creada; eso sí, con mucha imaginación y mayor violencia. (**)
El ciudadano de a pié continua siervo de castas con
las que se identifica (comunismo, fascismo, capitalismo socialismo…)
transformando la palabra de Dios, carente de certeza, por palabras sin respuestas que encierran
promesas de los mentores políticos y religiosos que nos gobiernan. Y así nos
va: una ideología que impone costumbres, normas y, apenas, sin llegar a
acuerdos, solo en beneficio de una parte social por encima de los intereses
generales de la totalidad.
(*) Duración de sus cargos. Informar de cuanto hacen.
Responsabilidad y compromiso de sus actos y promesas. Elogiar y alabar lo bien
hecho y contrastado. Evidenciar con pruebas lo mal que lo hacen sus oponentes.
Justificar hasta el último duro sus ingresos y gastos. Mostrar su patrimonio
antes y después de su “profesión”.
Gozar de los mismos privilegios y obligaciones que el resto de los habitantes….
(**) De la misma forma que se crearon los Tribunales
dictatoriales de los pueblos (la Santa Inquisición o el Ordeno y mando) y las
leyes que nos damos en aras a una libertad que no respetamos: infinidad de
víctimas siguen cayendo en la desgracia y el oprobio.
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