¿Queremos
una España sin pobreza y sin paro con la que poder estar orgullos? ¿Sí?
Uno.
Anular la corrupción será la clave creando el hábito de la honradez.
Dos.
Aumentar el espíritu cívico y social respetando a los demás, es otra
alternativa.
Comencemos
dando pequeños, pero significativos pasos.
Desterremos
el dinero físico para todas las transacciones. Que solo “la calderilla” quede
en circulación y cualquier operación monetaria deje sus trazas. Hablemos
impecablemente.
Confinemos
la profesionalidad del político e ideemos las fórmulas para que así suceda.
Determinemos
los principales problemas analizando cómo remediarlos. Enumeremos uno a uno
hasta que la solución surja para todos y cada uno de ellos: corrupción, paro,
hambre, educación, política, separación de poderes, tolerancia, modos de vida,
fiscalidad, desinformación…Llevemos a feliz término la igualdad de
oportunidades y la libertad.
No
nos apartemos de los valores humanos básicos, ni de aquellos en los que se sustenta
la vida con un desarrollo armónico entre lo público y lo privado. Valores como la
salud y la educación, la cultura y el trabajo, la tolerancia y la libre
decisión, la individualidad y la propiedad privada, la libertad y la responsabilidad,
las obligaciones y derechos, los diferentes sistemas políticos y la sociedad, la
rentabilidad y el crecimiento, la innovación y la investigación, la gestión y
la satisfacción, la imposición y los acuerdos...
Pensemos,
no obstante, que la vida es lo más importante y vivimos en uno de los mejores
territorios de la Tierra, en la Comunidad Económica Europea, que goza de una
política democrática en continuo proceso de perfección, donde priman la
libertad y la ley por encima de todo lo demás y, por supuesto, con un orden
establecido en su discurrir mientras la vida económica y social de las naciones
que la componen pueda permitírselo.
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