domingo, 11 de febrero de 2024

IMAGINACIONES MÍAS (3)

Todo cambia (tecnologías, hábitos, ciencias, políticas, creencias, formas de protegerse, economías, ambientes...) y es algo necesario e imprescindible. Lo único inamovible es la muerte.

¿Desde cuándo un padre o una madre sensatos, queriendo a sus hijos, no ceden, si es preciso, ante alguno de ellos? De no haber sido así, poco o nada se hubiera avanzado en conducta. Son la evolución natural, el mismo instinto, los que nos hacen cambiar, aunque sea muy lentamente.

¿Quién no se ha visto en la tesitura de tener que elegir entre consentir a un hijo o perderlo para siempre? ¿Entre permitir y no permitir?¿Quién, pongamos por caso, ha de aceptar o no aceptar? ¿Es mejor mantener un castigo merecido de desobediencia, sin dejar salir a un hijo de trece años, precisamente la noche de San Juan, en la que había quedado con una chica (el amor de su vida) o perdonarle para que no vuelva a suceder? ¿Quién debe ceder? El hijo es más fuerte, con más lozanía y vigor, pero más inmaduro que sus padres. Estos, con más experiencia y cordura, seguro que forjarán un acuerdo, un pacto o cederán.

¿Desde cuándo hemos de iniciarnos en la historia de cualquier país o territorio? ¿Desde cuándo en España, por ejemplo? ¿Nos parecemos los españoles de ahora a los ibéricos, celtas, fenicios, cartagineses, romanos, visigodos, musulmanes y sus descendientes, quienes ocuparon el mismo territorio, dejándose romanizar, hispanizar o cristianizar? Los españoles emigramos igualmente. No solo para crear un imperio sino también para poder ganarnos la vida. Las migraciones siempre han existido, existen y existirán, la mayoría de ellas obligadas por la necesidad. Los cambios serán constantes y más veloces cada día. La evolución y los tiempos no permanecerán quietos. Ninguno de nosotros somos los mismos de antes. Muchos españoles, cuando fuimos niños, adoctrinados por un régimen dictatorial y eclesiástico, exaltamos a Franco y cantamos el Cara al Sol; pedimos limosna para  “chinitos e infieles” (eso nos dijeron) en huchas para el DOMUND (Domingo Mundial de las Misiones). Hoy, no obstante, pese a que las emociones de la infancia prevalezcan, Franco y el Dios de entonces, fueron superados por el sentido común y una lúcida reflexión: la propia adaptación humana al cambio. 

¿Para qué enfrentarse a un ladrón peligroso que amenaza con un arma para robarte la cartera? Lo mejor será entregársela y conservar la vida. Una vida no  hecha para ser héroes sino para gente normal que a ella se adapte: de lo contrario ni existiría. ¿Para qué oponerse al fanático que justifica la violencia  aduciendo que España está en la peor situación social posible y la Patria se lo exige? Hay quien tiene la Patria entre las piernas y a nada le obliga. Lo mejor es armarse de paciencia y saber que el mundo es lo peor de todo, en que se dan y darán las circunstancias más críticas.

Todo pasado, presente y futuro, queramos o no, han sido, son y serán historia de desigualdades y cambios dirimidos con la guerra, la mayoría de las veces. Unos movimientos alejados de la estabilidad y la concordia que hoy no desearíamos y se han de resolver. ¿Cómo? No con la guerra, desde luego. Pero sí con la justicia, sin la cual no podremos entendernos. Para vivir en paz, al menos con nosotros mismos, respetemos la legalidad establecida (neutral, ecuánime, objetiva) y olvidemos aquello de “encárgate de lo mío que yo me encargo de lo tuyo”. Principalmente, porque los pobres solo tenemos una alternativa: “la honradez y la humillación o la maldad y el remordimiento”. ¡Así que cada uno de nosotros acepte su responsabilidad y, en conciencia, aguante su vela!

(Continuará en la próxima entrada)

  

No hay comentarios:

Publicar un comentario