domingo, 18 de febrero de 2024

IMAGINACIONES MÍAS (4)

La sociedad civilizada evoluciona intentando eliminar la desigualdad de la que jamás logará desasirse; sin embargo, razonablemente, podrá acortar ciertas diferencias económicas y políticas. Los humanos (que no son máquinas) al abordar tal problema destaparán injusticias difíciles de erradicar ya que forman parte de las condiciones que los caracterizan. No se olvide  que la esclavitud, común en Grecia y en Roma (cunas de nuestra cultura), fue aceptada por españoles, portugueses, franceses, británicos, estadounidenses y demás esclavistas, que la transformaron en castas, élites y otras clases poderosas y dominantes, vigentes en la actualidad.

La diversidad es natural y no se fundamenta hoy por designios divinos como lo fue ayer, sino por ideologías y prerrogativas con las que explicar éxitos y fracasos. Diferencias que dan lugar, la mayoría de las veces, a guerras, conflictos de intereses y demás condiciones absurdas y groseras (celos y envidias carentes de sentido), basadas en cuestiones económicas, emotivas o territoriales que, con un simple acuerdo, se pueden superar. La violencia, agresividad y otras manifestaciones de naturaleza animal, contrarías al altruismo; la solidaridad y la competición humana, han de anularse por la voluntad del homo sapiens: esa emoción motivadora (inteligente, vital, precisa e importante) de los atributos físicos del hombre, capaz de lograr cualquier objetivo.

Todo surge de la parte social y evolutiva del individuo, hombre y mujer, concibiendo una prole,  familia, organización, pueblo, nación..., que se aglutinarán en un único ente: La Tierra. Nadie sabe hasta dónde pueden llegar los límites del ser homínido, descendiente del chimpancé, que goza de la más perfecta de las herramientas, posibilitadas por el cuerpo y alma de su organismo. Ignoramos si dichos límites pueden o no estar ya establecidos, pero sospechamos que son impredecibles, producto de la inteligencia que avanza y retrocede como la Naturaleza ante las pruebas del acierto y error.  Todo elemento material tiene condiciones y cualidades singulares y así una placa fotográfica es sensible a la luz, el barómetro a la presión, el termómetro a la temperatura, el galvanómetro a la corriente eléctrica, etcétera, percibiendo el estímulo al cual es sensible; por lo que los seres humanos (sensibles) responden a los efectos somáticos y anímicos, propios y ajenos, a través de sus sentidos y conciencia. Su intelecto los procesa con ideas y pensamientos diferentes, con dolor y placer desigual, dependiendo de su cercanía, conocimientos e importancia. Algo que, de acuerdo con la mentalidad de cada cual, aplica a fenómenos naturales o superiores, ajenos o no a esta vida, causantes de creencias y concepciones distintas.

No es lo mismo (por ahora) abrirse camino a base de heredar para alcanzar una meta, que conseguirla con medios insuficientes a los que, en su caso,  además de aportar más sacrificios y trabajos, será ineludible la ayuda de la sociedad proporcionándoles igualdad de oportunidades para equiparar sus menores posibilidades: ciertamente nada fácil. No obstante, a nadie se le escapa que la cultura nos iguala dada la función del conocimiento que facilita entenderse y acordar. Por tanto, los esfuerzos a realizar por una buena Administración pública que se precie, han de ir encaminados en la dirección de posibilitar a los ciudadanos salud para el cuerpo, supliendo sus necesidades vitales y primarias (comida, enfermedad...,) y para su espíritu, impartiendo sabiduría, compasión y generosidad con las que puedan domeñar su mente satisfactoriamente.

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