domingo, 25 de febrero de 2024

IMAGINACIONES MÍAS (5)

 Mantenerse en el anonimato. No sobresalir del montón. No hablar al menos que seas preguntado. No salirse de la fila. Ignorar lo que te preguntan. No indicar lo que ves. En definitiva: pasar desapercibido o ser invisible”.

Estos eran alguno de los consejos más generalizados en España, recomendados por los mayores, cuando en ella mandaba un tal Francisco Franco, por la gracia de Dios. Y a propósito de esta última frase, sentí curiosidad por saber por qué gobernaba “por la Gracia de Dios” e interrumpiendo la clase, en voz alta, lo pregunté. La catedrática nos manifestó que San Pablo  lo revelaba en sus escritos, citados en los Evangelios, como atributo de reyes y gobernantes.

Pocos serán los que recuerden hoy la censura de entonces y lo exiguo que era menester para que a cualquiera lo hicieran dormir en los calabozos de la Dirección General de Seguridad de la Puerta del Sol de Madrid. No obstante, alguien entre el alumnado, atraído más por el coloquio iniciado que por la materia de historia que se trataba la clase, intervino afirmando: “En ningún sitio ni he visto ni oído que Jesucristo tuviera que trabajar para comer”, para acto seguido preguntar: “¿qué clase de enseñanza es esa?” La señora profesora no contestó, limitándose a encogerse de hombros. Fue un tercero el que terció interrogando: “¿Pero fue Dios quien nos creó o fuimos nosotros, los humanos, quienes nos Lo inventamos?

La atención en el aula enmudeció y se hizo el silencio. Después, un batiburrillo inteligibles de voces se hicieron presentes, sin más hilo conductor que el desorden, en el que alguien dijo: “Dios recibe peticiones de muchas partes (cada cual con sus propios intereses) que no puede atender, por lo que las decisiones las toman quienes las piden”.

Un grito potente de la profesora, que nadie supo de dónde lo sacó, vino a sofocar tal barullo:

“¡Silencio! ¡Silencio, por favor!” -Nadie rechistó. Posiblemente, el gracioso que lo hubiera intentado, le hubiera supuesto la expulsión.

“Este no es el tema de la clase de hoy”. -Declaró la profe, pálida y alterada por el soponcio que tenía. De no saber quien era, la habría confundido con una santa incorrupta del medievo.

Pensé para mí: Todas son buenas palabras, pero vacías de contenido: igual que la política”. Y fui recordando tantas y tantas frases hechas de entonces que conservamos:

“El tiempo lo cura todo”. “Todo tiene que ver con el dinero”. “La ley es la misma para todos: ¡Basta con preguntar a los jueces!”. “¿Por qué jamás podremos vivir en paz?”

A mi memoria acudieron varias frases de la novela de Luz Gabás que actualmente estoy leyendo: “No pidas una vida fácil y sí fuerzas para soportar una vida difícil”. “¡Pecar! ¡Adjurar de una bandera! ¡Vivir o morir! ¡En eso está la diferencia! O, ¿acaso lo justo, lo recto, no es lo que dicta el corazón y el proceder sabio y sincero?” “Hay prejuicios que solo sirven para levantar odios o muros entre las personas y hay caprichos que se anteponen a la razón para conducirnos al desastre”. “No hay nada peor que las guerras dentro de tu propia tierra. A veces, éstas, como las grandes gestas, se inician en sencillos momentos, igual que del descontento surgen los conflictos”.

Decidí reflexionar sobre cuanto antecede y apostillé:

Libertad e Igualdad son Responsabilidad. Desear lo que no se puede tener es un error y siempre produce amargura. 

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