Hola. Deseaba cancelar mi cuenta con ustedes –Manifestó “Gloria” en su banco.
¿Y eso? –Preguntó la señorita de la entidad financiera que, parapetada detrás de los cristales de su ventanilla, atiende a la clientela en horas restringidas.
Las condiciones de la hipoteca que me ha concedido otro banco, pese a a no ser clienta, han sido mejores a las ofrecidas por ustedes con los que llevo más de veinte años operando.
En fin, cosas que pasan –repuso la empleada bancaria mientras manejaba su ordenador.- Firme la cancelación, por favor -algo que “Gloria” hizo- y tenga el saldo que tiene en su cuenta.
Al día siguiente “Gloria” firmaba la hipoteca con la nueva entidad que, por cierto, le exigió todo lo exigible. (Declaración de bienes, notas de registro, domiciliar sus nóminas, ingresos, pagos y recibos, seguros de todas clases y cuanto le pidieron; solo le faltó aportar los certificados de buena conducta y de la primera comunión). Unos días más tarde, se llevó la desagradable sorpresa del nuevo banco, negando la tarjeta de crédito solicitada. La razón era simple: tenía una deuda con su anterior banco de aproximadamente unos 35 euros. Le dijeron que figuraba en una de las miles de relaciones financieras que tienen para controlar a la gente. No supieron o no quisieron indicarle la fuente: la CIRBE (Central de informaciones del Banco de España), la RAI (Relación de aceptaciones impagadas), la ASNEF (Asociación nacional de establecimientos financieros) u otras listas de impagados, morosos y enemigos de tales entidades financieras.
Fue a su anterior banco y le hicieron pagar tal cantidad para sacarla de tales listados. “Luego nos reclamas –le recomendaron ellos mismos- ya que el motivo es claro: la cuenta se canceló, no así el contrato de la tarjeta, lo que supuso que los servicios operativos cobraran por ella (ni la había utilizado) al no haberse ingresado la nómina exigida para gozar de tal beneficio”.
Reclamó entonces, en ese mismo instante y, efectivamente, a los pocos días, su nuevo banco confirmó su salida del listado de morosos y le entregaron la tarjeta de crédito. Lo que no ocurrió es que, su antiguo y querido banco, le devolviera el importe ingresado, los casi 35 euros que cargaron en descubierto en una cuenta cancelada.
“Gloria” lleva reclamando sus casi 35 euros desde Julio del 23 y aún hoy, Junio del 24, no le han devuelto ni un céntimo. Siempre obtuvo buenas palabras en sus reiteradas y personales reclamaciones sin ningún resultado positivo; hasta que la impotencia fue tal, que decididamente reclamó a consumo. En su poder obra una carta del defensor del cliente, fechada a mediados de abril del 2024, donde el banco viene a darle la razón y a expresar unas palabras tan bonitas como las que siguen: “Lamentamos las molestias que los hechos descritos le hayan podido ocasionar al cliente, transmitiéndole nuestras más sinceras disculpas”.
Hoy es 23 de Julio del 2024, ya se ha presentado en varias oficinas de su antiguo banco con la citada carta, esperando recuperar lo que le han quitado indebidamente, pero los empleados se han excusado sin querer saber nada. “Gloria”, no obstante, espera recuperar lo que es suyo y no quiere permitir a ese banco ni a ninguno de sus empleados, proxenetas del capitalismo, que roben impunemente tan miserable importe, sabiendo que nadie denuncia este tipo de cosas. ¿¡Qué no harán con otras cifras!? Más aún, espantando a clientes y público en general, con esa máquina recepcionista de las llamadas telefónicas. ¡Miserables!
¿Qué defensa tiene un cliente ante un error de su banco? Moralmente estos hacen la vida imposible. Es curioso vivir en un país democrático, donde se dice que el poder reside en el pueblo, y son los poderosos de siempre los que continúan haciendo su santa voluntad. Y todavía hay quien se solidariza con ellos vota para que a esos poderosos no les cobren tan excesivos impuestos.
Comentemos aquí casos verdaderos parecidos: nos sorprenderemos.
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