Ciertamente, no existe voluntad
alguna, por parte de quien lo puede hacer, por resolver los problemas que han
dado lugar a la situación calamitosa en la que nos encontramos.
La economía, como eje fundamental
de la misma, será la primera en
necesitar una adecuada coordinación que globalice en una misma dirección todas las
medidas en la búsqueda de lo que se pretende conseguir. La acción política, sin
embargo, ha de ser la impulsora de las medidas a consensuar en tal sentido. Ésta
es clara: No se puede avanzar hacía un capitalismo incontrolable, salvaje,
injusto, donde la tiranía del dinero o del poder que lo sustenta, todo lo
corrompa; ni tampoco hacía el rancio comunismo donde el Gobierno, en nombre del
Estado, sea omnímodo, no cuestionable, dictatorial; privando a la libertad, en
ambos casos, de ser independiente para decidir su propia destrucción, porque es
ella, en último término, por una causa u otra, la gran perdedora.
Opté, a la hora de elaborar el
Proyecto de Ciudades Ocupacionales (PCO), por el punto medio, protegiendo siempre la soberana libertad personal. La economía ha
de proporcionar la base del bienestar a la gente. La transición personal
modificará su conducta y la política se
irá remodelando hasta alcanzar las alternativas más positivas para cada
momento.
Con un Gobierno como el actual es
impensable conseguir un bienestar general. Su política sólo tiene una dirección
económica, enalteciendo lo privado sobre lo público, sin que preocupe quiénes
mueran en el camino, ni cuántos lleguen. Es como una la guerra de tierra
quemada. Cuando la crisis se supere, la indigencia, los pobres y mucha clase modesta
no habrán sobrevivido, esta última entonces, se relanzará en persecución de los
ricos que no logran codearse con los poderosos y, volviendo a las luchas
indecentes entre ellos, abusarán con las armas de los chantajes, corrupciones,
prepotencias, (operativas permitidas como ahora) para crear nuevos pobres y más
miseria; salvo que una revolución se imponga desde fuera.
Con otro Gobierno de color bien
distinto ocurrirá lo mismo, por mucho que nos digan poner de su parte la mejor
voluntad; sencillamente, tomarán caminos opuestos sin compartir nada con los
que piensan de otra manera; sin preocuparles que es imprescindible considerar a
los demás, con sus criterios, sus puntos de vista hasta llegar a un término
equidistante que no satisfaga por completo a ninguna de las partes, aunque
ambas se beneficien. Unos y otros tienen sus sitios colocados en ambos lados
del río, siendo sus dos riberas, incapaces de ceder o convivir, sin querer ponerse
de acuerdo.
Para obtener resultados positivos
de entendimiento, hay que innovar de manera diferente, sin vencedores ni
vencidos (léase no intereses de: empresario-trabajador, propietario-inquilino,
estudiante-profesor, comprador-vendedor, izquierdas-derechas). Hay que tener en cuenta los aspectos
conductores que clama el saber popular (considérese lo político como sinónimo
de mentira, donde la justicia no es igual para todos, pensando que cuando el río suena agua lleva o dime de que presumes y te diré de que
careces, hasta el extremo de ignorar los daños que las corrupciones como
las drogas provocan). Hay que encomendarse a que el milagro de la Paz y el Amor nos unan sin más, porque los hombres
somos incapaces de hacerlo, manteniendo una lucha de clases absurda, en lugar
de cambiar el Sistema de una España triste y nada persuasiva. Implantar el PCO es
difícil, pero no imposible. Es mayoría
los que queremos más igualdad de oportunidades, mejor distribución de la riqueza
y de cargas, justicia eficaz, libertad y respeto, abolición de delitos, felicidad
social y personal. ¿A qué estamos esperando?
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