“Ya sabemos los chanchullos entre jueces y políticos, ya sabemos como
se las gastan, ¿para qué hablar de España, un cortijo que sólo a ellos
pertenece? Atajo de sinvergüenzas. ¿Por qué no estallará una revolución que,
como la francesa, corte cabezas?”
Así rezaba el rótulo de un
grafiti en la tapia de una nave en ruinas en las proximidades de Madrid. Lo
copié porque me hizo pensar. Comprendí la indignación, el descontento, el odio
de su autor y justifiqué el hastío de la gente.
Dando palos de ciego maldiciendo
a banqueros, políticos, jueces, policías, periodistas, empresarios,
sindicalistas, funcionarios y demás empleos significativos que tienen acceso
fácil a cometer delitos (abusos de poder, robos, corrupciones, chantajes,
mafias, crímenes), sin embargo, no reparamos que el principal y único culpable
es el Gobierno que nos representa. No hemos de ir contra nadie en concreto
(aunque particularmente se lo merezca y sea acreedor de nuestro desprecio) sino
contra el propio Gobierno que no lo remedia: no pone orden, ni esfuerzo, ni su
entender al servicio del pueblo. Si así no actúa es, sin duda, porque tiene
intereses en que los banqueros roben, las eléctricas abusen, los policías
maltraten o que determinadas personas (sus amigos por lo general) campen por sus
despechos, tal como les plazca o, salvo que ellos, naturalmente, sean los
principales mafiosos.
¡Qué den la cara y hablen! ¡Qué nuestros impuestos, con los que ganan
sus buenos sueldos, sirvan para que rindan cuentas! ¿Acaso los trabajadores no
tienen que justificarse ante sus patronos o los empresarios ante sus
accionistas? Si los miembros del gobierno y otros muchos gozan de impunidad,
si tienen aforamiento o si no tienen ningún tipo de responsabilidad, ¿para qué
pagar impuestos?
No votemos a quienes nos hablan sin respeto. A quienes nos engañan. A
quienes son unos indecentes. ¡Qué se vayan a Sierra Morena con el trabuco a
desvalijar a la gente!
Como me gustaría que los jueces y políticos dialogaran con la gente de manera
sencilla, como personas normales y en
todo momento. Que fueran inteligibles y no necesitaran de intérpretes o
mediadores para entenderse. Viven, la mayoría de ellos, en otros mundos
inconexos al de los demás mortales, al nuestro. Se creen dioses por encima del
bien y del mal y, sobre las olas blancas de un cielo que ellos solo conocen, a
veces, bajan a las entrañas negras de una realidad que ni comparten ni
aprecian.
¿Desde cuándo nació un hombre superior a otro?
Miserables y atroces sueños de igualdad
que me hieren cortándome las alas voladoras hacía un sol que las destruye. Ruedan
cabezas sembrando la tierra con sangre de venganza estéril e infinito
desconsuelo. ¿Para cuándo el hombre de a pié podrá con sus sencillas formas
ilustrar a los señoritos de España?
¿Ilustrarles? ¿En qué?: En la
filosofía de la vida. El trabajo es importante, pero no lo más importante
de la vida. Que las rentas se limiten para que todos trabajemos lo justo o
adecuado Nadie obtendrá más ingresos porque ocupe puestos en más consejos de
administración o trabaje más que nadie. Ni en negro por supuesto, porque su trampa será descubierta al no existir
el dinero. ¿Y para qué colocar a sus amiguetes?
No será necesario: Analicen el P.C.O.,
el Proyecto de Ciudades Ocupacionales http://ciudadesocupacionales.blogspot.co.uk/
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