¿Derecho a decidir? ¡Claro! ¡Naturalmente! ¡Faltaría más!
Hubo un tiempo, que alguien decidió implantar el espíritu nacional del pueblo español
estableciendo una “democracia orgánica”, “unos sindicatos verticales”, “una grande y
libre”. Y un numeroso grupo de personas, formando una interminable cola,
sufrió impasible espera hasta rendir pleitesía al cadáver de ese alguien, una vez que, vegetativamente,
le llegó su hora.
Los hombres somos casi iguales cometiendo los mismos errores y
nuestras decisiones podemos tomarlas, incluso, para violentar otras decisiones
instauradas, hayan sido o no, con
anterioridad, impuestas o legales).Aquélla transgresión tomada, empleando el
uso de las armas y sopesadas sus consecuencias, vino a amordazar muchas voluntades
y, setenta años después, no son pocos los que añoran aquel sometimiento. Los
resultados son de todos conocidos. Pero
hoy alguien también, sirviéndose
de una democracia frágil, moviliza
voluntades de gran parte del pueblo en aras a una insegura ideología, nada
comparable a aquélla en la forma y sí en el fondo, ejerciendo las
manipulaciones de manera diferente que no conducirán a ninguna parte.
Cualquier ideología que se precie (salvo la anarquía o el
independentismo, que no son sino valiosas y aisladas formas de un conjunto como
lo es la célula para el cuerpo o el átomo para la materia) tenderá a unir a la gente y no a los territorios, que no han de
estar separados por muros, vallas o fronteras aunque sean espacios de
realidades distintas. El espacio es uno,
La Tierra, propio de nadie, y en ella hemos de tener cabida todos los seres
vivos. Un lugar donde se nace y pace por el azar o circunstancias. Un sitio
físico que no ha de ser motivo de guerras, ni de conflictos, ni de rivalidades,
máxime, cuando la muerte nos aguarda a cada instante; en el que entrambos
silencios (nacer y morir) caben las palabras, los sentimientos, las actuaciones
que superen la desigualdad, la interdependencia, la masificación, la
tecnificación…
¿Alguien goza sacrificando a diario, cruelmente, a los hombres por
llegar a Europa en busca de sustento? No
concibo una ideología equilibrada que cierre sus puertas a quienes piden un
vaso de agua o huyen del fuego. Ni a un
partido comunista, ni a una comunidad cristiana, ni al sentido humanista o a la
moral digna separar a los hombres de España. ¿Quién es ese alguien que
quiere distanciarnos aduciendo el derecho
a decidir? ¿Trata con ello de
instaurar fronteras y rivalidades que sólo él crea? Posiblemente, quiera equipararse a la gente rica y poderosa
que compra voluntades y cosas invocando el derecho de la propiedad privada de
la que tanto somos devotos los españoles. Su mente hedonista no es clara y le
conducirá hasta aislarse como un
anacoreta. Esa es la propensión última del patriotismo que anula otras
culturas, desune a los hombres o los doblega para su causa.
Dos insinuaciones lanzo al aire. Una: El terreno no es la vida. La vida
es la Patria de cada cual y, especialmente, su infancia. Hay que compartir
solidariamente con los demás (extendiéndose) o no depender de otros
(aislándose), es decir, somos interdependientes. Dos: Lo común de las ideologías conduce al bien común aunque, a
veces, se transite erróneamente. Las divulgamos y desarrollamos honestamente
hasta, en su caso, comprender sus consecuencias negativas. Mi P.C.O. (Proyecto de Ciudades Ocupacionales) es un plan que considero
necesario instaurar para el beneficio general de las personas y será motivo de
estudio y adaptación. De él dicen, que es una utopía y me resisto a aceptarlo. Lo
mismo se opina del proceso al derecho a
decidir que, con consecuencias muy diferentes a las mías, representa un
beneficio de pocas personas, no más allá del entorno de ese alguien que lo patrocina y será abolido.
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