Es importante conocer los
mecanismos sociales, económicos y
políticos actuales para realizar una mínima consideración del Proyecto de
Ciudades Ocupacionales - P.C.O. del que vengo ocupándome en este blog; sin embargo, de poco sirve si sus
medidas se analizan de manera aislada, independiente al resto del conjunto del
Proyecto, pues, entre otras cosas, por ejemplo, los objetivos de rentabilidad que en las mismas se apuntan, no se limitan a los
fines característicos de todas las sociedades mercantiles (ánimo de lucro) sino que, además y en contraposición, se convierten
en ánimo
de vida. En este caso, por consiguiente, el crecimiento del P.I.B. (Producto Interior Bruto), un factor
indiscutible hoy para que el empleo crezca, no sería determinante, dado que,
instaurado el P.C.O., el trabajo estaría asegurado.
El P.C.O. tampoco desarrolla un programa político partidista, ni las normas
estatutarias de una asociación determinada, ni siquiera una enmienda a la
Constitución española sino, dentro de la
normalidad absoluta de España, un estado capitalista liberal democrático
europeo, se implementaría una serie de principios
acordados, sólidos y flexibles (que los hagan duraderos) asentados en el
sentido común y la razón, que beneficie la vida de los seres vivos y en
especial de los humanos sin excepción (hombres y mujeres, ricos y pobres,
blancos y negros, poderosos o miserables, trabajadores y empresarios, de
cualquier condición y credo religioso, político, etcétera) ¡Qué la tiranía del dinero no los esclavice! Por tanto, una vez definidos los usos y la
titularidad de las cosas, en cada caso, se implementan las soluciones para
conseguir los fines citados. Y reitero, que el principal objetivo es que el hombre viva como él mismo considere
oportuno, sin interferir en el respeto que los demás le exigen ¡Que los hombres sean capaces de realizar sus sueños!
Copiaré unas frases leídas, no sé en cuál medio, para reflexionar:
¡Ojalá hubiera tenido coraje para
vivir una vida auténtica por mí mismo!
¡Ojalá no hubiese trabajado tanto!
¡Ojalá me hubiera gustado expresar
mis sentimientos!
¡Ojalá no hubiese dejado de mantener
contacto con mis amigos!
¡Ojalá hubiera deseado permitirme
ser más feliz!
Tales aspiraciones no son sino lamentos ante una vida que termina o, tal
vez, es el pensar de un arrepentimiento que no se pretende enmendar. O, tal
vez, sean los deseos de una persona poderosa o la incumplida esperanza del que
pudo y no lo hizo, ya que el tiempo no espera.
Ojalá leyendo el P.C.O. nos demos cuenta que sus medidas se encaminan en esa dirección
para que cualquier persona pueda
realizar lo que ansía sin que por ello tenga que afirmar ser un afortunado o sentirse repudiado. Cualquiera tendrá suficiente para vivir con
un mínimo esfuerzo y podrá ser feliz trabajando en lo que mejor sabe hacer o en
lo que quiera sin ser tildado de extravagante
o convertirse en anacoreta. Permitidme que os repita que soy amante de la
libertad y la democracia y, por consiguiente, simplificando al máximo, de la
libre decisión y la igualdad. Creo igualmente
en la economía de mercado fundamentada en
la oferta y la demanda lícita, regulada con la igualdad de oportunidades
(exenta e bienes sensibles) tal como apunta el P.C.O., para que las personas elijan sus
destinos sin tener que someterse.
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