Cualquier opinión sobre alguna medida aislada de la totalidad que contempla
el Proyecto de Ciudades Ocupacionales (descritas
en la inquietante novela de ficción titulada ESCAPE) es substancial, sin
embargo, de poco servirá si no se
analizada en su conjunto conociendo los mecanismos sociales, económicos y políticos actuales. El fin del P.C.O., del
que nos ocupamos en este blog, es conseguir para la gente ánimo de
vida, lo que en las mercantiles sería ánimo de lucro. En el camino se darán otros objetivos: el justo reparto de la
riqueza, la igualdad de oportunidades, el trabajo asegurado, en el que, por
ejemplo, el crecimiento del Producto Interior Bruto (P.I.B.), un factor
indiscutible para que el empleo crezca, no sería determinante.
No hay nada peor, que
mantener estructuras que siempre se han considerado inamovibles o no cuestionables. Por regla general las creencias, las supersticiones o los
prejuicios se imponen al sentido común. Damos por sentado que toda norma
establecida tiene su razón de ser y su cambio o anulación supone un gran
esfuerzo: nos puede más el miedo a rebatir,
que la satisfacción de innovar. Potenciar la duda de tales normas será la
forma de disputar los aspectos psicológicos en los que se amparan. Y aunque el
individuo no pueda prescindir del sexo o del lenguaje y el colectivo de la
economía o la política, no será intento
banal fundar un sistema dialogante que fije las conveniencias a seguir en cada
situación.
¿Qué es lo que importa?: ¿el individuo o la colectividad?, ¿la persona
física o la jurídica?, ¿la actividad pública o la privada?, ¿los bienes
tangibles o intangibles?, ¿el momento actual o el futuro?, ¿una parte o un
todo? Cada uno estamos gobernados por la inmutable herencia biológica recibida de la que nadie es
responsable al no haber elegido nacer aquí o allá, en una u otra familia o en
un régimen determinado o con un género o color explícito. Sin embargo, la especie humana, dotada de
voluntad e intelecto, en algún momento, pondrá en cuestión variantes de su vida
más importantes, si cabe, que los propios genes apuntados: luchará para vencer miedos y necesidades, manipulaciones y culturas,
verdades y creencias impuestas.
La economía y la política no son ni ciencias, ni exactas; son un sinfín de
cuestiones variables que pueden componerse de muchísimas maneras. Los
parámetros, los estilos, las rentas, la producción, el consumo e, incluso, lo imprescindible
o lo superfluo son modificables. ¿Por qué no cuestionarlo? Acaso ¿una subida de
precios al consumo (I.P.C.) no encarece la vida, nos hace más pobres y es preciso
para el crecimiento? ¿Qué es mejor: emitir deuda o fabricar dinero? ¿Votar a
partidos o a personas? ¿Ser un estado
independiente o europeo? ¿Cuántas
preguntas importantes, pero no transcendentes, cabe plantearse?
Analizar las formas de actuación en cada campo y las causas de las crisis
económicas sucesivas que se originan, orientarán a cada cual a actuar de forma
distinta una vez razone sus motivos. Y como los puntos de vista serán muy
variados, no habrá más remedio que centrar el tema y acortar los extremos de
las partes que los plantean y todos ceder
en los procedimientos para el logro del fin propuesto.
El P.C.O.se basa en el sentido común, no le excita ni el peligro ni lo
incontrolable y fija que el ánimo de lucro desmedido está bien para las
sociedades mercantiles, pero de ningún modo para los hombres. Por tanto, definido el uso y la titularidad de
las cosas en cada caso, hay que implementar los medios para conseguir los
fines. Y el principal objetivo es que el
hombre viva como él mismo considere oportuno, sin interferir en el respeto
que los demás le exigen. ¡Qué los
hombres sean capaces de realizar sus sueños! ¡Qué la tiranía del dinero no los
esclavice!
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