Si alguien ha leído 5 Fórmulas para el bienestar de España, posiblemente, además de suponerle utopía, estimará erróneamente
que va contra la tendencia de privatizar e intervenir todo orden de cosas. El
lector, tal vez, no se haya percatado que, la iniciativa privada, aunque sea
necesario, no actuará si no obtiene beneficio y tendrá que hacerlo el Estado fomentando
la búsqueda amable de la felicidad para sus
ciudadanos al margen de que sean pobres, ricos o de otra clase social con que
se nos quiera clasificar. 5 Fórmulas
para el bienestar de España es un compendio surgido (como un millón más)
para conformar el devenir de la especie humana y entender una probabilidad más
dentro de nuestros límites; teniendo claro que es mucho más convincente centrarse en ganar reconocimiento que dinero.
Tener salud que riqueza. Intervenir antes que morir: afirmaciones que no hay
que echarlas en saco roto.
Los humanos, como cualquier
especie animal o ser vivo, somos perecederos; sometida nuestra existencia a un
tiempo limitado y a unos modos, circunstancias o vibraciones únicos, girando a
nuestro alrededor (o, al revés, nosotros alrededor del entorno) del que escapar
no es posible. Innovamos formas artificiales (aumentamos, variamos o
substraemos), pero será la Naturaleza (gracias
a la tecnología que inventemos, gracias a su entropía desconocida,...) la que decida la nueva criatura que nos
supere o sustituya. Mientras tanto, la evolución con errores y aciertos,
por su propia continuidad, irá modelándonos sin esperar recompensa, invirtiendo
los caminos recorridos, iniciando otros diferentes, economizando y consolidándose
sin prisas.
Personalmente soy partidario del no al intervencionismo, pero también
soy ferviente devoto de no dejar al hombre solo ante su desdicha. Conocemos
las causas por las que desaparecemos: ir
contra la Naturaleza y matarnos por razones de creencias religiosas o riquezas.
La prudencia como buena consejera nos dice que lo establecido de forma natural
no está descontrolado, aunque la tragedia o la buena suerte germinen aleatorias,
volátiles, inciertas… para convertirse en prácticas comunes de supervivencia y
sí, por el contrario, las creencias o riquezas elaboradas artificialmente por los
hombres de las que surgirán las llamadas crisis, desarbolando toda racionalidad
y originando un rechazo injustificado al humanismo. Más que nunca, entonces, se
hace necesaria la intervención, para anularlas parcial o totalmente, hasta hacerlas desaparecer. Tal
intrusión corresponde a quien vele por los intereses generales de la comunidad (y
no por los suyos); por un ente superior (el Estado) que regule o arbitre en
libertad lo esencial para la vida.
Lo esencial es gozar de salud y conocimiento, alimentos y cobijo,
dignidad y justicia en libertad, respeto y democracia que, de abajo a arriba,
con igualdad de oportunidades, se ha de instar a los Gobiernos a implantarlos
de forma simple en la búsqueda del
bienestar común, que es más importante que todas las creencias religiosas y las
riquezas juntas. Para ello hay que ordenar la economía, el dinero, que interrelacionan
cualquier actividad y sirven, desde mi diletante amor por la semejanza de los
hombres, para cortar las distancias que nos separan encaminándonos hacía la
senda correcta de la felicidad.
El libro enunciado al principio
nos explica qué hacer o qué no hacer. No
es nada original. Es de lo más simple. Por ejemplo: en lugar de propiciar una renta básica, indica cómo facilitar ocupación
con la que vivir; en lugar de sufrir la corrupción, interpone medios que la
eviten; en lugar de prohibir cualquier uso pernicioso, lo desprotege y
descalifica hasta el desanimo o el olvido. Un
pequeño compendio que puede ser una tolerante guía flexible e ilustrativa
para debatir los posibles caminos a tomar de los que, en tiempos pasados, nos
desviamos.
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