Son las coyunturas las que propician a tener que hablar, escribir,
actuar o callar. Cada uno de nosotros hemos de ser conscientes de lo que
toca en cada momento. A veces el recelo, la vacilación o el temor nos dominan
y, sin lugar a dudas, acertar qué hacer es una virtud.
Políticamente, después de las
elecciones y a tenor de los resultados acaecidos, son tiempos de hablar, avenirse
y acordar. Una de las acepciones de acordar son: conciliar, acercar. Y, por
supuesto, no es nada fácil conciliar voluntades o pareceres; sin embargo, al
margen de las ideas y de los intereses legítimos de cada cual, el respeto y la ausencia de
descalificaciones han de prevalecer por encima de todo para llegar a
entenderse. Sin consideración, civismo (educación en definitiva), al margen
de lo que se trate, difícilmente, habrá conformidad.
En mis conversaciones, en este
blog, en mis libros, sean las circunstancias que sean, siempre he expresado que
han de darse, por parte de todos, tres fuerzas, que no debilidades, tales como:
Honorabilidad.
Transparencia. Rentabilidad. Además, propongo que hagan suyos (como yo
he tratado de hacerlos míos) los
cuatro acuerdos (copiados del libro con
igual título del Dr. Miguel Ruiz); los cuatro compromisos adquiridos, al
parecer, del conocimiento tolteca, que son:
El primero y más importante: Ser
impecable en nuestras palabras.
Éstas captan nuestra atención.
Entran en la mente y nos cambian por completo: nos liberan o nos esclavizan. Ya
va siendo hora de no juzgar, de no atacar a los demás, de hablar sólo de
nosotros, de nuestras cosas, de nuestros proyectos. Todo lo que piensen o nos
digan los demás son cosas suyas: sus basuras, sus miedos, sus deseos…
El segundo compromiso consiste
en: No
tomar nada personalmente.
Nada de lo que los demás hacen es
por nosotros; lo realizan por ellos mismos. Cada cual debe saber quién es y ser
responsable de lo que hace y dice. Lo que los demás hagan o digan no podemos
evitarlo. Nadie tiene el derecho a manifestar como somos (eso le es
ajeno), pero, igualmente, no es potestad nuestra eludirlo.
Al hilo de la anterior
responsabilidad está la tercera: No hagas suposiciones.
Son muchas las cosas que sin
razón o certidumbre, sospechadas o dadas por ciertas, nos tomamos
personalmente. Convendrá averiguar la verdad y acometer la resolución de los
problemas, antes de dar palos de ciego.
Por último, el cuarto acuerdo del
conocimiento tolteca viene a decir: Haced siempre lo máximo que podáis, no sólo
respecto a los puntos anteriores, sino respecto a todo.
Será la acción la que nos hará
sentirnos inmensamente felices. Evitarla, cuando tenemos que abordarla, se
convertirá en carga más dura, más pesada y más difícil: reconforta aceptar y hacer
las cosas que hay que hacer o aceptar y luchar contra una ley impuesta o
injusta.
Con sólo esto nos cambiará la
vida: el verbo tornará el miedo en esperanza y supondrá estar más vivos para ser
más libres. La educación se adquiere más por amor que por miedo. Impartir la
enseñanza con el dolor y la espada causa
rechazo y el docente la aborrece. Sonreiremos
alejándonos de pitadas en los estadios, de tuis groseros y nos pondremos en
lugar de los otros.
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