Todo, absolutamente
todo, debe representar un valor. Obtenerlo, un coste. Tal vez, por eso se
diga: "no dar el pez; enseñar a
pescarlo". Con la compra de la novela
de ficción Escape (terapéutica para los hombres) se regala el libro 5 Fórmulas para el bienestar de España
y, entre ellas, habla de ocupar, de dar trabajo a todo a quien lo necesite a
cambio de un s.m.s. (salario mínimo de subsistencia) para que cualquiera pueda
sobrevivir sin mendigar ni delinquir; sin acudir a la caridad ni causar
indignación, ya que tales procederes no son sino el fracaso de la sociedad que
los permite. Carezco de negocios y mi
mayor interés personal es divulgar El Proyecto que encierran los libros
reseñados y el debate del presente blog: http://ciudadesocupacionales.blogspot.co.uk/
“De lo que no cuesta se llena la cesta”. Es imprescindible un
esfuerzo, un sacrificio, una renuncia, un coste en definitiva para el logro de
cualquier cosa. Conseguir algo sin ningún tipo de compromiso, tener lo que se
desea sin nada a cambio, tener todo a su disposición en general, es un alarde
de inutilidad que, tarde o temprano, pasa factura, independientemente del
origen de la persona.
La situación del trabajo actual
en España es lamentable; más aún, cuando su ausencia, ese ocio obligado,
desgasta cuerpos y mentes vigorosas para
la acción. No poder trabajar es una lacra que origina esfuerzos estériles con
su búsqueda, miseria por la falta de ingresos, inutilidad ante los conocimientos
que retroceden, inseguridad para afrontar el devenir, desconfianza en sí mismo
y en la sociedad, impotencia de no saber contra quien rebelarse, deseos
truncados y una larga lista de apocopes, minusvalías o decrepitudes conducentes a la esclavitud moderna, para la
que los Gobiernos no tienen respuesta o no quieren darle solución ¡Si ellos
carecieran de ingresos! ¡Si tuvieran un coste personal por no remediarlo!
La existencia de rentas
astronómicas que permiten a sus beneficiarios gozar de lo que deseen sin pensar
en el dinero, los herederos que con su sola mirada consiguen cuanto se
proponen, los cargos relumbrones alcanzados sin esfuerzo, carentes de
responsabilidad o sin tener que dar cuenta de sus actos, se convierten en
engoladas criaturas sin respeto, faltos de un hervor que, por lo general, viven
en mundos distantes a los del resto. Quizás alguna vez tengan que compartir lo
mismo que los demás, porque lo que ocurre a alguien puede suceder a todos.
De tales subsistencias contrarias
se han escrito millones de páginas seguramente, sin embargo, ninguna de separar radicalmente (de verdad) las
personas físicas de las personas jurídicas y lo público de lo privado. Es
algo sencillo y fácil de realizar. No es utópico. Es otra forma de hacer
política; donde cualquiera pueda optar libremente por lo que crea mejor
conforme a sus principios, creencias y determinaciones y poner la economía al
servicio de la mayoría. Así: Cualquier
persona física alcanzará sus sueños dependiendo de sus capacidades y
actitudes. “La dignidad no vale nada si uno no se la gana, si no está dispuesto
a pagar un precio por ella”. Cualquier
persona jurídica podrá obtener los beneficios que se proponga,
facilitándole la exención de impuestos y decidiendo (a partir del s.m.s.) sus
costes laborales y su contratación.
En los libros leerán que el
Estado propiciará la igualdad de oportunidades para todos con H.T.R. (Honorabilidad. Transparencia.
Rentabilidad). Y que los miembros políticos del Gobierno que lo represente,
elegidos democráticamente, algo propio deben jugarse, preconizando que ”nunca confiemos en las palabras de un
hombre que no es libre de hacer lo que promete” y, menos aún, si le
acompañan antecedentes de que no cumplió lo prometido.
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