No soy fuerte. Mis sentimientos sensibles me condicionan. Se tornan
débiles y producen una lánguida angustia que me entristece erosionando mi
estado de ánimo y mi salud. Por ello he de cambiarlos con renovados bríos y
afrontar las vicisitudes que lo provocan, aun cuando deba aceptar cuanto llega
como una carga que se me impone, a fin de no deteriorar más aún mis defensas.
He de combatirlos para que éstas no se resientan y evitar que mi voluntad quede
cautiva, a merced de un tercero ¡Depende
de mí!
Mi libertad merma cuando esto
sucede, al compás de los acontecimientos que me arrastran, sin saber cómo hacer
frente al enemigo anónimo (dentro de mí) que me tiene en sus manos. He de
prepararme y, por consiguiente, no tolerar más su dominio ¡Depende de mí!
Despotricaré, maldeciré solo y en
alta voz, con energías renovadas. Juraré no dejar entrar la caridad que clama y
pide compañía para zafarse entre mis sensibles sentimientos que se culpan, se
arrugan y la acogen complacientes e inmóviles. Lucharé y lucharé apretando los
puños, reprimiendo su engaño hasta rechazarla, como al ignoto enemigo que me
hace llorar. Y lloraré si es preciso de rabia o desesperación, pero la
confianza en mi empeño por resistir a la costumbre de lo que siempre se ha
hecho logrará la victoria, sin más cesiones ni indulgencias que el
desinteresado amor por saber cómo forma parte de mí el mismo sentimiento que me
emociona y me consuela ¡Depende de mí!
Por la caridad entra la peste dice un refrán popular, que a veces
no se entiende aunque esté muy claro. No
te fíes de las apariencias que engañan. Ni tampoco habré de fiarme de esa
compañía caritativa que, en mi interior, viene a sustituir el dolor de la
aceptación por el odio, el rencor o la envidia que lo complace. Es el
sufrimiento el que me permitirá ver claro para no resignarme, poder luchar y
cambiar la situación. El miedo complaciente de siempre me debilita inhibiendo mis
fuerzas, llenándome de tristeza, abogando por la inanición y llenándome en un
mar de lamentos. No me ahogaré y nadaré, no pararé y gritaré esforzándome en
sacar la cabeza a respirar tantas veces como sea necesario para coger el
oxigeno que precise. Todo forma parte de mí ¡Depende de mí!
Hasta los genes inmutables que
heredé de mis padres oscilan su significado y parecen distintos a la hora de
representarse. Mi forma de vivir, mi manera de pensar, mi alimentación, mi
educación hacen de continuo que el tono, el matiz, el color, el punto del gen
se exprese de manera diferente ¡Depende
de mí!
De mí depende mi propia voluntad: mis actos, mis estados de ánimo,
mis decisiones, aunque escondidos habiten en las inconsciencias oscuras que no son
sino fruto de mi conducta consciente o, quizás, sea al revés: ¿mi juicio arrastrándose
en pos de mi subconsciente?
El esfuerzo (unas veces más que
otras) hará sentirme bien y realizar el sueño de cada día y ser feliz. Nadie más que uno es culpable y
de nada sirve arrepentirse. Siempre habrá de hacer lo que toque. Exculpar a quien
ofendió. Enmendarse. Y dar valor a las cosas. Proporcionarán la satisfacción y
tranquilidad de ánimo que necesitamos ¡De
uno depende!
No soy fuerte, pero si flexible resistiendo el envite del viento
que persiste y nunca finaliza.
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