Nadie. Somos Nadie. Nacimos sin saber de dónde venimos. Moriremos
sin saber a dónde vamos. Vivimos buscando nuestro destino y la condición humana
con la que nos calificamos sin que, por ello, lo seamos. Nadie. Somos Nadie. Especulamos con ser eternos cuando ya nos hemos
ido. Y nos inventamos dioses. Y queremos ser héroes. Y nos consideramos
importantes.
Nada descansa en nuestro entorno
que no deseemos dominar o ponerlo a nuestro servicio con una codicia desmedida
por crecer y multiplicarnos. Inventamos y mentimos, incluso a nosotros mismos,
difuminando miedos y placeres (dos áreas de los sentimientos que nos mueven)
para transformar y escatimar razones que nos contemplan como los máximos depredadores
de la Creación hasta que, de no
corregirlo, nos quedemos solos en el planeta, una vez agotados los medios que
nos sustentan y hayamos aniquilado al resto de seres vivos o, tal vez, cuando la
luz, aquella que nos enamora y cautiva, doblegue nuestra soberbia y nos
destruya, si antes no lo hemos hecho nosotros mismos. Entonces, todo silente y obscuro, el resplandor enorme de la luz
que brilla, nos cegará para siempre, sin posibilidad de volver atrás.
Y la historia de ambiciones,
luchas y guerras con piedras, palos y hachas, pasó a realizarse con balas,
bombas y láseres para conseguir nada, absolutamente nada: para no aprender nada. Pero hemos de continuar sirviéndonos de augures,
reyes y políticos: mentirosos, sagaces, ladrones, sinvergüenzas; magos de
artimañas y seducciones que nos lleven por los derroteros infernales del pánico
o la esperanza. Sí, necesitamos de ellos,
de personas que nos guíen a los cielos o a los abismos, que nos ilusionen o nos
hagan caer en el vacío del desaliento hasta perder o ganar con los misterios de
sus gobiernos. Necesitamos creer en algo,
en nuestro instinto, intuición o sentimiento. Pero, sobre ellos, la razón debe
imponerse. Una razón que, como la
verdad, no está en posesión de nadie y, menos aún, siendo Nadie como somos.
Asisto impávido a noticias,
comentarios y justificaciones diarias de la prensa, televisión y otros medios
mediáticos compartiendo oídos para todas las tendencias políticas, aun
conservando la mía, y no escatimo esfuerzos en dar la razón a cada uno de
ellos, sabiendo que no tengo más intereses que los propios del ser humano en aras a vivir en paz y dignamente, en un
entorno de honradez y mutuo respeto. Hoy en día (como siempre lo ha sido)
es la económica la madre reina que más se valora y condiciona a los hombres.
Nacionalismos, Patrias, Pueblos, Estados han surgido y surgen de su actividad.
Muchos han sido los caminos tomados para llegar hasta aquí: vaivenes bélicos,
crisis constantes, enormes desigualdades sociales y…, va siendo hora de no escuchar a gurús académicos, económicos,
políticos… que nos vienen diciendo lo que se les antoja para hacer siempre lo mismo.
Hay que hacer, especialmente en el plano económico, cosas diferentes. Y me
planteo: ¿Por qué no dar trabajo a
todo desempleado que se gane la vida con su esfuerzo? ¿Por qué no limitar las rentas que nos permitan cubrir cuantos
gastos sean necesarios para ello y distribuir mejor cargas y beneficios? ¿Por qué no suprimir el dinero que
permita seguir la huella a corruptos y avaros desmedidos? ¿Por qué no detener al imparable capitalismo que nos arrolla y
establecer un Gobierno capaz de regularlo creando la competencia imprescindible
para ello? ¿Por qué no implementar en
las sociedades, además del ánimo de lucro, estímulos distintos que den fin a su
especulación y juegos salvajes? ¿Por qué
no discutirlo objetivamente? Estaría encantado en hacerlo con quien lo desee y
donde sea preciso aunque, como adelanto, puedan leer el compendio de Reynaldo
Tendero titulado 5 Fórmulas para el
bienestar de España, que se regala con la compra de la novela Escape de Sebastián Lorca, en Amazon,
librerías o directamente en este blog.
No hay comentarios:
Publicar un comentario