Hoy, más que nunca, he recorrido
durante mi reparador sueño parte de la picaresca española recomendado a jóvenes desempleados que se
dediquen al noble trabajo de la política. Mi subconsciente ufano alababa lo
poco que para ello importa el esfuerzo, el nivel de estudios o la vocación que
se tenga por servir a los demás; basta con acostumbrarse a tragar sapos y
culebras; a practicar la calumnia, el engaño, la estafa sin que se detecte haciendo propia la ironía, la gracia o la mofa si a uno le fallan o se queda sin argumentos; a conseguir dinero a cualquier precio en campañas electorales a fin
de ser conocido y mantener vivo su nombre, sin que su popularidad y la de su
partido decrezcan. Tendrá después que ser fiel pagando los favores recibidos,
por mucho que exijan los que le ayudaron, elegir y acertar en la afiliación al partido político
que lidera, pone en práctica y acumula sus acciones con semejantes menesteres.
El Sueño, hermano de la Muerte,
convino conmigo en lo nada desdeñable que será implementar tales destrezas con
una buena formación que contenga y facilite un excelente don de gentes, una
licenciatura, un pico de oro, un carisma de líder capaz de decir a la gente lo
que quieren oír llenándose la boca de patriotismo, honradez, transparencia y de
lo bien que hace las cosas augurándoles, por supuesto, el eximio futuro que les
aguarda si por ellos es elegido. Ningún diputado o senador de las Cortes de
España percibirá menos de 6000 euros al mes, entre dimes y diretes, y el joven opositor al aprendizaje expuesto,
encontrará el trabajo que la sociedad le niega, llegando a ser, tal vez, un
insustituible político del mundo
mundial. Por rematar con los
consejos vertidos en mi modorra no quiero pasar por alto la total
disposición que, cualquier alumno aventajado, ha de perfeccionar a fin de
distinguirse entre los suyos: hacer la pelota
al cabecilla sin pasarse, como un trepa sencillo pero audaz, guardando la
estabilidad adecuada, la lisonja correcta, no sea que al agasajado caiga en
desgracia y con él se desmorone; por consiguiente, no es nada baladí procurarse
un mordaz y buen equipo de camaleón que despiste y conduzca al error a los
envidiosos.
En otra fase de mi somnolencia,
el Sueño, hermano de la Muerte, me asustó convirtiéndome en el principal jefe
de la banda y no me gustó ser el mismo Rajoy, que gritaba:
“Defraudadores, amigos de los Papeles de Panamá, que lucháis cuerpo a
cuerpo, de ninguna manera os repleguéis de la disputa en este aprieto. Salvad
el dinero negro y no consintáis que el Estado miserable os lo despoje. Sed
fuertes para que cunda el ejemplo de Soria y no hagan con vosotros igual
justicia que con Luis El cabrón. Y aunque el Estado mezquino os
doblegue, al menos, no capture sin esfuerzo
la pasta que mantenemos escondida en los Paraísos fiscales”.
“¡Sed hombres, amigos, y recordad
vuestro impetuoso coraje! La suprema gloria os aguarda rehusando auxiliar a los
pobres. ¿No es una ignominia para quien defiende su patria que se le persiga? Que
la familia, los negocios y los patrimonios incólumes queden a salvo sin que el
fisco, regido por un Estado insaciable, se atreva a meterles mano. Para
nosotros no ha de haber un plan mejor que este: trabaje nuestro dinero a través
de testaferros, sociedades interpuestas, negocios pantallas, aunque nosotros
tengamos que sufrir ocultos como fantasmas en pena. Más vale ganar la vida de
una sola vez o perecer siendo ricos, que
dejarnos exprimir por más tiempo, de manera inútil, por un Estado implacable
con el delito”.
“¡Amigos, sed hombres y tened
vergüenza en vuestro ánimo! Teneos respeto mutuo en las esforzadas batallas: de
los que se respetan, más se salvan que sufren la muerte; y de los que huyen ni
se alza la gloria ni ningún auxilio”.
“¡Amigos, sed hombres e infundid
en vuestro ánimo vergüenza de unos por otros! Acordaos de vuestra familia,
negocios y posesiones que con la muerte perderéis”.
“¡Sed hombres, amigos, y recordad
vuestro impetuoso coraje! ¿Quién os protegerá del Estado malvado cuyo daño con vosotros
comete? Lejos de la Patria donde volver a traer el dinero sin más apoyo que
vuestras manos y el mal”.
Reconozco haber leído, antes de
dormir, trozos de la Ilíada de Homero y caer exhausto con el hartazgo político
de la televisión, que quedó encendida; de ahí, sin duda, las efímeras exhortaciones de mi alucinación que, además,
se encaró conmigo para ofrecerme un plan trasversal en beneficio de la gente.
“Ni de derechas ni de izquierdas”, dijo. “Sencillamente para que las personas,
unos y otros, maten la codicia y la
pobreza que los atenaza: incapaces e
ineptos de salir de los extremos en los que se hallan como si fueran poseedores
de la verdad”.
En la vigilia, al despertar, recordé aquello de que el Imperio no paga a traidores, pero entretanto, llena la boca de billetes a gentes
como las que he citado, a periodistas como Cebrían, a ex presidentes como
González y a tantos meapilas que ya no sigo porque me defraudaron. Algunos
olvidaron la honradez y el coraje que es lo más noble que tiene el ser humano.
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