Los insultos emitidos públicamente
por el señor Casado, el mandamás del P.P., alguien que se postula para ser el Presidente
de Gobierno de España, lo descalifican para serlo. Entiendo que, al citado señor
Casado, no se le escapa que uno recoge siempre lo que siembra y que es de
imaginar que habrá previsto con sus palabras la rentabilidad presente (“calumnia
que algo queda”) sobre el futuro que augura que “de aquellas tempestades estos
lodos”.
Manifestaciones tan lamentables,
cortoplacistas, muy enraizadas en los discursos políticos (quizás no de tan
vehemente agresividad) carentes de verdad y juicio, proclives a enturbiar de
ira nuestras vidas cotidianas y ajenas, por su furibunda explicación, a
resolver los problemas nacionales, han de ser evitadas, al menos, por un
sentido de impecable educación. Tal vez fueron tan fulminantes como los
estudios exprés que, al parecer, cursó el nombrado y referido señor Casado. Tal
vez, los citados agravios no fueran sino consecuencias de los restos atávicos
de bestialidad de los que todavía conserva o de los que, en esta ocasión, no se
ha podido librar. Ello es lógico cuando la mezcla de sus sentimientos,
ignorancias y fantasías, aún no los ha superado y como un mantra los repite
constantemente; es decir, su inteligencia permanece incipiente, próxima al
instinto animal y que la mayoría de hombres reflexivos son capaces de superar.
Utilizar semejantes improperios
contra el actual Presidente de Gobierno (señor Sánchez) denota que carece de
medios para hacer cualquier clase de crítica con propiedad, salvo que considere
que España es suya o le pertenece, cuando en realidad es de todos cuantos
habitamos en ella. No me queda duda que, además de lo dicho, se trata de una
actividad adaptada a lograr un fin; un juego peligroso que se volverá como un
bumerán contra quien lo practique; una inconsciencia en el obrar o ¡mejor no
pensarlo! un desarreglo mental.
“Sánchez es el mayor peligro para
que los criadores de canarios tengan una buena camada”.
“Sánchez es el máximo
problema de los agricultores para que saquen adelante sus productos”.
Se lazan frases sin contenido, como las
anteriores, sin ningún tipo de prueba, argumento o responsabilidad por el
mero hecho de hacer daño. A mi juicio, la política no es eso, es algo más. Ya
va siendo hora de denunciar (a ver si nuestros políticos en general lo conciben)
que las soflamas, hechas para aquellos que no tienen posibilidad de réplica, se
dirigen a las fuentes de emoción de un público carente de conocimiento o a poco
conducen, ya que de lo contrario no tendría sentido.
España es una nación civilizada,
el territorio de un conjunto de habitantes diversos, con pensamientos distintos
adquiridos por la educación recibida. No somos homogéneos por suerte y cada vez
estamos mejor preparados para comprender el interés de unos y otros, así como de
las diversas maneras de resolver los problemas, sin procrastinar como hizo Rajoy o despotricar como hace Casado.
Lo sensato sería que discutieran
los miembros de los partidos elegidos que nos representan y una vez obtuvieran
una conclusión (por mucho tiempo que tardaran) la dieran a conocer para el
refrendo de la gente y, por parte del Ejecutivo, la llevaran a feliz término.
Pero de ninguna manera a base de bravatas, calumnias o improperios. En realidad, el dialogo o mediante la fuerza son las únicas fórmulas para resolverlos
y concluirlos. La primera más lenta que la segunda, pero con resultados
inversamente proporcionales. Quienes abogan por la rapidez, quienes ladran e
insultan, la única solución que apuntan es violenta. Baste pensar que a nadie
nos gusta hacer las cosas por imposición, así que el dialogo siempre ha de
imperar por muy intolerante que sea uno de los contertulios
Pp1 es una desafortunada promesa Pp1 es el Peligro público número 2
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