“Cuando apenas
comenzaban a cicatrizarse las profundas y cancerosas llagas que abrieron el
cuerpo político del Estado y los desastres revolucionarios de los años
1820-1823, y mis vasallos amados conseguían las ventajas de las importantes
mejoras que a beneficio de la paz se han ido sucesivamente introduciendo de
todas las ramas de la administración pública, vuelve la facción rebelde e
incorregible, que tiene jurada la desolación de su Patria, a alarmar y conmover
el Reino, asomando por las gargantas de nuestras fronteras de tierra y
preparando incursiones por las de mar”. (Fernando VII Decreto 1º de octubre 1830).
¿Merecerá la pena saber que este Rey prohibió el hecho de
gritar “Viva la Libertad”?
Debemos forjar una convivencia basada en no culpar al contrario.
Esto no va de disputas partidistas, ni de símbolos, colores o
banderas (liberales, conservadores, socialistas, fascistas, comunistas…) ni
tampoco de intuiciones, presagios o de aquello
que no requiera reflexión. El sentimiento, la experiencia y la memoria
histórica han de considerarse sabiendo de antemano como acabaron sus actos.
Unos usaron la desinformación, el odio y miedo para hacer suyo el sentir de las
masas y eliminar a los otros. Los de a pie, siempre ocurre y causa pena, no
aprenderemos lo suficiente para evitar un nuevo estalinismo o un cuarto Reich.
Tales cosas sucederán si nos dejamos instrumentalizar, una y otra vez, por
gente que vive de los miedos e incapacidades de los demás para resolver sus
problemas. La historia nos demuestra que la dictadura, la radicalidad, la
imposición, no los soluciona, sino que los agrava. Y aún peor, las mentes de
nuestros niños vendrán a colorearse del color del vencedor, carente del
espíritu crítico que la democracia alienta, dominadas por los pensamientos que
el poder les imponga como aspecto normal y frecuente hasta que sean capaces de
considerarlo.
Lo importante es crecer con un espíritu crítico propio. La
práctica se irá potenciando en favor de la mayoría y del bien común. Y, sobre todo,
con el absoluto convencimiento de que es el acuerdo el que nos beneficia,
aunque a nadie satisfaga plenamente. El miedo y el descontento nos pueden
llevar al enfrentamiento e, incluso, a la dictadura, caldo de cultivo para sumir a la gente en las profundidades de una
oscuridad aberrante, producto del pánico, el dogmatismo y la ignorancia.
“Antes de denunciar
reconcíliate primero con tu vecino y este hará las paces contigo naturalmente,
no sea que el juez, ante la acusación, no considere que aportas la verdad. Por
eso no devolváis el mal por el mal, sino buscad lo que es noble ante todos los
hombres” (San
Mateo).
¿No será más aconsejable seguir la presente cita que la del
rey con la que empecé la presente crónica?
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