domingo, 10 de marzo de 2024

QUERER LO MEJOR ES OBVIO (2): Cuestiones mundanas

Querer lo mejor, es obvio; sin embargo, es muy normal decir, pese a que todo está en continuo movimiento, que nada sucede o que todos los políticos son iguales. Son maneras, sin lugar a dudas, para desentenderse de muchas cuestiones que apenas se pueden modificar y, por tanto, no nos llevan a ninguna parte. No obstante, complicarse la vida con cuestiones que nos hagan pensar, aunque de uno no dependan, no son una perdida de tiempo, siempre y cuando nos tomemos las cosas con deportividad, filosofía y antepongamos el juicio al corazón.

¿Quién quiere perder en una competición? ¿Quién, no empleando la razón, puede convencer a los demás? Nadie, seguramente; pero: ¿Cuántas veces se deduce lo contrario? Participar en un coloquio o debate y sacar conclusiones es lo más adecuado para entender, con un espíritu abierto y afable, que la cordura propicia el respeto sin que haya vencidos ni vencedores.

Existen expresiones como materia y espíritu, espacio y tiempo, inmanente y trascendente de uso supeditado a una dependencia de la que no podemos abstraernos. Se dice que “quien hace la ley hace la trampa”, que imaginar no necesita justificarse y, en cualquier caso, el empleo de la  prudencia es la única arma, cierta e importante, para ser empleada por cada uno de nosotros.

El amor y la pasión, el odio y el rencor, se encuentran y separan en la línea inexistente del horizonte que vemos en la lejanía. Muchos aseguran que, al menos una vez en la vida, hay que perder la cabeza por odio o pasión: Confunden, posiblemente, los conceptos antes indicados. 

El amor entre dos personas es entrega total. Entre ellas reina la placidez, la generosidad y la tolerancia persuadidas por el sueño de estar siempre unidas con relaciones duraderas. La pasión es un enigma poderoso, obstinado e intranquilo. Un deseo egoísta, desconfiado, celoso, capaz de condenar a los amantes que lo sufren exigiendo amar sin freno en una unión pasajera.

Estar enamorado (amando u odiando) de alguien, con o sin pasión, supone no vivir para sí mismo; su ausencia e indiferencia son insoportables. El cerebro, en su soledad, incapaz de eludir la presencia  e ideas de su amante, dejará de pensará con juicio y recurrirá a una permanente desazón o embeleso.

Amor y pasión antónimos del odio y la aversión, son dos islas aisladas en las que todos vivimos ignorando su valor. Tienen el poder de provocar ternuras y adoraciones; si bien, en las relaciones serenas de una vida marital prolongada, se apartan de idilio apasionado que nubla y satisface ansias irreflexivas. El amor proporciona larga paz y es duradero; la pasión es efímera y crea sufrimiento y desasosiego de los que cualquiera puede ser cautivo

El odio o rencor nacen del deseo de venganza invocando a la violenta que genera más violencia y causan un ciclo de perversa crueldad. ¿No será mejor acudir a la razón, al acuerdo, a las nobles cualidades de compasión y generosidad imprescindibles para la vida?

La infidelidad es un pecado a los ojos de no se sabe quien. ¿A los de Dios o a sus delegados? ¿Al de los hombres? ¿A los de unas esposas o maridos leales y comprensivos? ¿No serán, tal vez, leyes injustas, antinaturales, dictadas por celos, pasiones e ingratitudes? ¿Cuántas veces pueden cambiar las personas en sus amores y opiniones y alabar a una u otra Patria?¿Acaso la autoridad política o religiosa han de imponer sus criterios? Los gobiernos van y vienen sin ser coincidentes, dado que la igualdad no existe aunque la procuren.

Las religiones y políticas ponderaron, seguramente en sus inicios, las relaciones humanas  catalogando de sublimes los amores que alcanzaron su cenit, y de irrefrenable locura las pasiones que conducen al suicidio, al delito o a la tristeza más absoluta de no poderse controlar.

La razón atempera y calma como el amor. La locura no escucha y domina como la pasión. No existe mejor lección que aquella que el silencio nos otorga en los momentos precisos.

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