Ayer, no actuamos por considerar que era una cuestión que venía de antiguo y el pasado nos aburre; hoy, porque el Sistema Capitalista nos embarga en la pereza y esta se impone y nos domina; mañana, tampoco lo haremos porque es futuro que siempre nos aguarda, sin pensar que el único tiempo existente es el presente en el que, sin descanso, debemos de luchar contra la injusticia, la corrupción y los demás delitos de quienes los aceptan o los consideran como parte de la vida.
Nadie sabe lo que el tiempo nos
depara por lo que “no se ha de dejar para mañana lo que se pueda hacer
hoy”. Cualquier cosa puede suceder en cualquier momento y, ante la inquietud
y desazón de nuestras ideas, han de reinar otras que las apacigüen: inventos,
iniciativas u otros atractivos que nos entusiasmen y nos puedan conducir a buen
puerto. Mientras tanto, seamos felices, suframos lo menos posible, estudiemos y
trabajemos en beneficio del bien común, que es el nuestro y, por consiguiente,
seamos amables, vigilantes de nuestros comportamientos y actos, escuchando
atentos a los demás y, en especial, a los humildes, perdonando para ser
perdonados, ignorando palabras necias, pesimistas o miserables y rechazando el
odio y la violencia. Siempre nos quedará el consuelo de desahogarnos en los
medios digitales: paños de lágrimas de pobres intelectuales, escupiendo rabias
hacia arriba, sin prever que se pueden revolver y perjudicarnos.
Poseemos dos almas: las del bien
y las del mal. En una se encuentra el placer; en otra, el dolor. En ambas, la
memoria, sin la cual no somos nada. En el Sistema Capitalista se busca lo más
grande, lo mejor, lo más rápido, la máxima rentabilidad, lo más utilizado, lo
más costoso, el mayor crecimiento, lo más duradero o lo que queramos, pero ¿por
qué no simplificarlo exclusivamente a vivir dignamente y en paz con
nosotros mismos y con los demás para conseguir la felicidad?
Cuando alguien está obcecado con
algo (lo que sea) no habrá fórmula humana de hacérselo cambiar. Es su discurso, su forma de pensar, su alma del mal la emplea como un
revulsivo para odiar. En la clase política, eso suele dar votos y se utiliza
en exceso con medias verdades o mentiras supinas. Nos dicen, por ejemplo, que
no incrementarán impuestos, pero sí el precio de las nuevas ordenanzas
municipales. Nos hacen creer exhibiendo banderas que son muy patriotas, pero
repugnan a los pobres que incomodan; que son fervientes cristianos asistiendo a
iglesias, pero maldicen la caridad repudiando a los emigrantes. ¿Eso es de ser
patriotas o cristianos? Pues, no. Librémonos de nacionalistas y creyentes, de
avaricias y rencores, de miedos y favores. Y lo sabemos. ¿Quién no ha emigrado
a otra tierra donde nueva gente los acoge y gracias a ello puede vivir y hacer
fortuna?
Lo primero, es ser humano y
respetar a todas las especies y al medio ambiente. Lo segundo, ocuparse de
vivir dignamente y velar por el bien común. Lo tercero, tener presente que
nacimos y nos iremos sin poseer nada. Lo cuarto, no olvidar que somos animales
sociales en evolución caminando hacia un bienestar general. Por último,
reconozcamos que se ha avanzado hasta un Sistema Capitalista carente de patria,
que no representa ni al clero ni a la nobleza y, menos todavía, al pueblo; por
lo que, en democracia y con respeto, gestionemos la libertad de ideas, la
igualdad de oportunidades y la convivencia a fin de lograr la mejor virtud de
los políticos que nos gobiernan y tiendan a moderar las distancias sociales y
económicas entre unos y otros.
¿Merecerá la pena intentarlo?
¿Será este el momento adecuado para hacerlo?
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