No conozco realmente a nadie que
siendo un trabajador por cuenta ajena se haya hecho rico. Tampoco conozco a
ningún rico que no quiera ser más rico o desee ser pobre. Por lo general, nadie
trabajando por cuenta ajena se hace millonario salvo que herede una fortuna o
le toque la lotería y pueda vivir de las rentas o de la suma de sus
inversiones. Lo normal sería que todos viviéramos del fruto de nuestro trabajo
o de la pensión que, en su caso, nos corresponda.
No es de recibo que producto de
un legado alguien deba de vivir sin trabajar u ostentar un cargo que sea
incapaz de realizar y menos dirigir. No obstante, el Sistema Capitalista o
cualquier sistema económico, hasta ahora establecido, así lo mantienen. Posiblemente
sea por un instinto humano egoísta tratando de favorecer a los herederos
cuando en realidad la herencia del finado no solo proviene de su trabajo por
cuenta propia o ajena sino por causas espurias, de otros difuntos anteriores o
de la propia comunidad. Todo es susceptible, por tanto, de ser mejorado y nos
inclinamos a que la Ley de sucesiones se modifique regulando el reparto de la
riqueza y emprendiendo el camino hacia el bien común.
Cualquier Gobierno elegido
democráticamente que se precie ha de procurar los intereses generales de la
mayoría de los ciudadanos y, en especial, los más básicos e imprescindibles
para vivir dignamente. De lo contrario, hemos de cuestionar o desacreditar a
toda persona física o jurídica que se considere estar por encima de dicho
Gobierno, y más si lo lleva a cabo con chantajes, amenazas, anunciando reducir
puestos de trabajo, deslocalizarse, no invertir sin nada a cambio o incumplir
la norma del bien común que se imponga en beneficio de la generalidad de la
gente.
En mi vida profesional he
asistido a hechos de corrupción que aún persisten y han de subsanarse hasta su
abolición: financiaciones y prebendas renovadas una y otra vez a sus
vencimientos, incrementando sus gastos e intereses, a personas significativas
para, finalmente, cancelarlos llevándolos a contencioso. (Un agujero en España
de “cien mil millones” nunca recuperados). Utilizar el dinero en rama, dado que
no deja rastro, para transacciones ilícitas. Cruzar las fronteras con grandes
sumas de efectivo para eludir impuestos. Pagar o cobrar extratipos en efectivo
fuera de la Ley. Aumentar cifras en compras y gastos y/o disminuir ventas y
beneficios para aminorar resultados positivos. En definitiva, infligir la Ley.
Estoy convencido que el tiempo
nos va haciendo mejores personas, más legales y comprensivas, y que en épocas
anteriores se vivía peor. No solo por los avances técnicos, que también, sino
porque ahora, pese a las numerosas guerras existentes originadas por dementes y
perversos intereses, nos sentimos más humanos.
Otra cuestión es la adaptación a
las nuevas prácticas que a muchos mayores se nos resisten, como la I.A. lo hará
con la joven inteligencia humana de hoy, aunque sepamos que queda mucho por
optimizar como la tan aludida transformación del Sistema Capitalista hacia el
bien común: un objetivo ideal a lograr.
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